Acampando en el frio ALTIPLANO BOLIVIANO .

🚴‍♀️
Esa tarde el frio era tan intenso que no podía pensar en otra cosa que no fuera en él. Trataba de distraer mi mente con pensamientos agradables como una ducha caliente, una fogata o cálido abrazo fraternal . . . pero era inútil. La verdad es que no podía (y jamás pude) engañarme a mí mismo.
Ya no me quedaba más nada que ponerme y cubierto de pies a cabeza con toda la ropa que tenía, avanzaba pedaleando despacio, solo y en silencio por esa ruta tan vacía, mirando a ambos lados, tratando de hallar un lugar en el cual poder refugiarme del viento (el único que realmente me "abrazaba") y armar mi carpa para descansar esa noche, que se acercaba cada vez más y más.
El sol ya se estaba marchando y ese particular viento helado del altiplano boliviano, ponía a mis ojos "vidriosos" y comenzaba a hacerme tiritar.
Después de una curva donde la ruta se elevaba levemente, había un puente sobre lo que parecía ser un arroyo seco. Ahí me detuve y sin bajarme de la bicicleta, me incline, mire hacia abajo y me dije ¡ese es el lugar!
Feliz por haber hallado lo que para mí era el sitio indicado donde hacer "mi casa" y refugiarme un poco del impiadoso viento, comencé a buscar algún sendero por el cual bajar.
En un momento, estando aun sobre el puente, levanté mi vista buscando el horizonte, y para mi sorpresa vi a lo lejos a una persona junto a un gran número de animales. No distinguía si se alejaba o se acercaba, pero rápidamente, con las manos resecas y ásperas por las condiciones climáticas del lugar, extraje la cámara de mi bolso y le tomé unas fotos.
Al cabo de unos minutos, estaban junto a mí.
Era una mujer arreando sus ovejas, que al acercarse y mirarme con asombro, me pregunto: - ¿Que hace ahí? -
Buenas tardes señora, como vera estoy viajando en bicicleta y aquí debajo de este puente, voy a armar mi carpa para pasar la noche y descansar - le conteste.
Si desea congelarse, ha escogido el mejor lugar. Venga, sígame, si quiere puede acampar y dormir detrás de mi hogar - me respondió.
Mientras caminábamos en dirección a su casa, situada a unos 200 o 300 metros más adelante, me explico que si bien, el lugar que yo había encontrado era bueno para repararme del viento, el arroyo estaba seco en esa época, pero la humedad se conservaba debajo de la tierra y por esa razón si yo intentaba dormir ahí, sencillamente me iba a congelar.
A lo largo de mi viaje, hasta en los lugares que parecían ser los más remotos y solitarios, se han hecho presentes "mágicamente", personas que me han brindado su ayuda, como en este caso, salvándome del inclemente y agresivo frio en este hermoso y áspero altiplano boliviano.
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