Un arroyo en un lugar de las Villuecas

Un arroyo en un lugar de las Villuecas
El otoño llega a los robledales de las sierras de las Villuercas con una calma casi sagrada, tiñendo el paisaje de oro viejo, cobre y carmesí. Las hojas de los robles, que durante el verano reverberaban en un verde intenso bajo el sol, ahora se desprenden con suavidad, cubriendo el suelo como una alfombra crujiente que arropa la tierra. El aire fresco trae consigo el olor a musgo húmedo y a hojas recién caídas, un aroma que llena el bosque de una nostalgia que parece invitar a la introspección.
La luz del sol, suave y baja, se filtra entre las ramas, proyectando sombras largas y danzantes sobre el suelo cubierto de hojas. Las encinas y los castaños se unen a los robles en esta sinfonía de colores, y entre los claros del bosque, pequeñas setas asoman tímidamente, como tesoros escondidos para quienes se atrevan a buscarlos. Aquí y allá, el silencio es interrumpido solo por el murmullo de un arroyo que serpentea entre las piedras, llevando consigo la promesa de lluvias y el renacer del bosque cuando el invierno toque a su fin.
En este rincón de Extremadura, el tiempo parece ralentizarse, y cada paso invita a descubrir la belleza sencilla de lo efímero, de la quietud que envuelve a los robledales y a todos los seres que en ellos habitan.

[@Perfeccion]

Excelente resolución