La charla ha sido interesante, especialmente al mostrar la simplificación maniquea y estereotipada a la qué sometemos las doctrinas que no conocemos. En este caso, el presunto dualismo cartesiano matizado si se leen sus obras (las cuales, no he leído). Esta tendencia a la simplificación nos es inherente, principalmente por la imposibilidad de leerlo todo y formarnos una idea sobre algo a lo qué no dedicamos el suficiente tiempo. Esa tendencia se ve acentuada cuando se quiere opinar, cuando uno quiere mostrar que sabe cuando no es así en el fondo. También se muestra por la necesidad de tener un mínimo esbozo de x doctrina, cuál mapa que necesita representar un accidente que apenas conoce. A su vez, la propia exposición de las ideas en libros o ponencias, obliga a una simplificación excesiva, a resumir en pocos puntos claros todo lo qué se quiere transmitir; de no ser así, la transmisión sería imposible. Como dice Aristóteles en sus tratados de lógica, a veces conviene atacar y mostrar los presupuestos implícitos y profundizar, pero a veces no es necesario. Esta última recomendación del estagirita se muestra muy bien en el tópico que tratáis: la filosofía terapéutica. Es conveniente resaltar y atacar el "modelo médico" (cómo lo llama Marino Pérez) de las "enfermedades mentales", pero quizás, ante alguien que sufre ataques de pánico, sea recomendable ceñirnos a las técnicas conductuales, para que cuando esté más tranquilo, nunca mejor dicho, puedo afrontar los presupuestos erróneos de dicha concepción. Hay que aceptar está limitación humana, y a su vez, hay que ser críticos con ella. Lo más triste es observar estos en personas doctas que reconocen la complejidad de sus campos de estudio, capaces de reconocer las simplificaciones a las qué someten sus propios campos de interés otras personas, pero incapaces de aplicarse la moraleja al juzgar otras áreas. Esto entronca con la noción de superstición de las qué hablaba Antonio en la charla anterior. Una exposición brillante de esto esta en "La opinión pública" de Walter Lippmann, libro político con más valor epistemológico, a mi parecer. Él nos recomienda contraatacar nuestros estereotipos o prejuicios con otro estereotipo o prejuicio: el asumir, en todo contexto y situación, que estamos sesgados. Yo le añadiría otro, para hacer de contrapartida o jalonar en dirección contraria a tal "pasión" que diría Descartes: analizar siempre aquellos tópicos que son asumidos y sobre los cuales no se discute, ya que los que están ya en la arena de la discusión están encaminados a resolverse o ya han sido señalados, mientras que aquello de lo qué nadie habla reside todavía oculto. Un ejemplo vigente es el siguiente: Si todo el mundo habla de la desinformación y el populismo, quizás deberíamos analizar estos propios mensajes que llaman a esto, pues nadie se ocupa de ellos. U otro: si todo el mundo habla de los peligros del cambio climático, deberíamos revisar la validez científica de la hipótesis antropogénica del cambio climático basado en el efecto reforzado del Co2. Quizás, haciendo una analogía con la magia, no deberíamos mirar el truco que nos enseña, sino aquello que posibilita el truco. Les acabo de descubrir y veo que tienen charlas que pueden ser interesantes. Así que si me lo permiten, seguiré dando un poco la tabarra. Saludos,
Super Buenos programas pura Sabiduría y conocimiento para aprender a vivir y dejar vivir a todo Mundo
Excelente ponencia! Muchas gracias y un abrazo desde Bogotá
Gracias.
Me encanto' la conferencia , el an'alisis.
Saludos.
La charla ha sido interesante, especialmente al mostrar la simplificación maniquea y estereotipada a la qué sometemos las doctrinas que no conocemos. En este caso, el presunto dualismo cartesiano matizado si se leen sus obras (las cuales, no he leído).
Esta tendencia a la simplificación nos es inherente, principalmente por la imposibilidad de leerlo todo y formarnos una idea sobre algo a lo qué no dedicamos el suficiente tiempo. Esa tendencia se ve acentuada cuando se quiere opinar, cuando uno quiere mostrar que sabe cuando no es así en el fondo. También se muestra por la necesidad de tener un mínimo esbozo de x doctrina, cuál mapa que necesita representar un accidente que apenas conoce. A su vez, la propia exposición de las ideas en libros o ponencias, obliga a una simplificación excesiva, a resumir en pocos puntos claros todo lo qué se quiere transmitir; de no ser así, la transmisión sería imposible. Como dice Aristóteles en sus tratados de lógica, a veces conviene atacar y mostrar los presupuestos implícitos y profundizar, pero a veces no es necesario.
Esta última recomendación del estagirita se muestra muy bien en el tópico que tratáis: la filosofía terapéutica. Es conveniente resaltar y atacar el "modelo médico" (cómo lo llama Marino Pérez) de las "enfermedades mentales", pero quizás, ante alguien que sufre ataques de pánico, sea recomendable ceñirnos a las técnicas conductuales, para que cuando esté más tranquilo, nunca mejor dicho, puedo afrontar los presupuestos erróneos de dicha concepción.
Hay que aceptar está limitación humana, y a su vez, hay que ser críticos con ella. Lo más triste es observar estos en personas doctas que reconocen la complejidad de sus campos de estudio, capaces de reconocer las simplificaciones a las qué someten sus propios campos de interés otras personas, pero incapaces de aplicarse la moraleja al juzgar otras áreas. Esto entronca con la noción de superstición de las qué hablaba Antonio en la charla anterior.
Una exposición brillante de esto esta en "La opinión pública" de Walter Lippmann, libro político con más valor epistemológico, a mi parecer. Él nos recomienda contraatacar nuestros estereotipos o prejuicios con otro estereotipo o prejuicio: el asumir, en todo contexto y situación, que estamos sesgados. Yo le añadiría otro, para hacer de contrapartida o jalonar en dirección contraria a tal "pasión" que diría Descartes: analizar siempre aquellos tópicos que son asumidos y sobre los cuales no se discute, ya que los que están ya en la arena de la discusión están encaminados a resolverse o ya han sido señalados, mientras que aquello de lo qué nadie habla reside todavía oculto.
Un ejemplo vigente es el siguiente: Si todo el mundo habla de la desinformación y el populismo, quizás deberíamos analizar estos propios mensajes que llaman a esto, pues nadie se ocupa de ellos.
U otro: si todo el mundo habla de los peligros del cambio climático, deberíamos revisar la validez científica de la hipótesis antropogénica del cambio climático basado en el efecto reforzado del Co2.
Quizás, haciendo una analogía con la magia, no deberíamos mirar el truco que nos enseña, sino aquello que posibilita el truco.
Les acabo de descubrir y veo que tienen charlas que pueden ser interesantes. Así que si me lo permiten, seguiré dando un poco la tabarra.
Saludos,