Claro que las cuerdas tienen muchas ventajas pero también tienen limitaciones en volumen y expresividad y por eso se recurre a las maderas y a los metales, por ejemplo la música cinematográfica de caracter triunfal no sería lo mismo sin estas secciones y, obviamente, las percusiones
Hola, lo primero de todo, gracias por tu comentario. Sí, indudablemente las cuerdas tienen sus limitaciones, eso es evidente, sin embargo, si me permites una sugerencia, no deberías analizar la cuestión en la forma Cuerda vs. Metales, Maderas, Percusiones, etc. Una de las primeras cosas que me enseñaron cuando estudié orquestación, es que uno nunca debe presuponer que hay “instrumentos mejores que…” a la hora de enfrentar un determinado color orquestal, si no que la pregunta a plantearse es: ¿de todos los instrumentos de que dispongo en la orquesta, como podría conseguir ese determinado color orquestal que estoy buscando utilizando una sección en particular, y como podría conseguirlo utilizando otra completamente diferente? A esa respuesta solo se puede llegar conociendo íntima y profundamente las capacidades sonoras de cada instrumento; conocer sus virtudes, y desde luego, sus deficiencias. Precisamente en la apreciación que enuncias, sobre el uso de los metales en las composiciones modernas, ya sea de tipo cinematográfico o cualquier otro, está uno de los mayores hándicaps con el que un instrumentista de una sección que no sea cuerdas o madera, por ejemplo, un trombonista -aquí he de tirar para casa, ya que yo soy trombonista-, ha de lidiar prácticamente a diario. Permíteme que me explique más extensamente. Los instrumentos de metal -sobre todo los de metal, ya que la madera siempre ha gozado de la consideración de “instrumentos solistas” dentro de la orquesta “tradicional”-, y sobre todo a partir del Romanticismo medio, el tardío y el Post-Romanticismo, se vieron abocados a un papel casi exclusivamente episódico en las composiciones, una familia de instrumentos cuya casi exclusiva utilidad era la de crear “climax” sonoros, tensiones dramáticas, efectos coloristas, etc. Fueron muy pocos, realmente muy pocos los compositores que “entendieron” la enorme riqueza que los metales podían aportar a la sonoridad orquestal, y es muy curioso, que precisamente esos mismos compositores que entendieron este matiz, fueran terriblemente criticados en su época, e incluso lo son en gran medida hoy en día, por esa “extraña” y poco usual forma de utilizar la cuerda de los metales. Estoy pensando en el más claro ejemplo de este tipo de compositor: Bruckner. Los metales de Bruckner no están para “acompañar” a las cuerdas, o para crear efectos de truenos, relámpagos o fanfarrias militares; cuando en una obra de Bruckner entran los metales, lo hacen para quedarse, durante largos, muy largos periodos de tiempo, dándole profundidad, desde luego, a las cuerdas, pero también como instrumentos melódicos, no solo armónicos. Me viene a la mente la sobrecogedora “Coda” del segundo movimiento de su Séptima Sinfonía en Mi mayor, donde toda la sección del metal, comandadas por 4 tubas Wagnerianas, van conduciendo desde un Pianissimo hasta un Fortissimo, todo el registro sonoro de los metales, confiriéndoles una coloratura sonora, me atrevería a decir, absolutamente innovadora. Y, sin embargo, tanto en su tiempo, como por desgracia, hoy en día, con las obras de Bruckner es fácil encontrarse con el comentario de “me agobian esos metales que entran y no se van, están ahí constantemente como ocupas” -este comentario lo escuche yo mismo en un concierto, por eso me permito el lujo de incluirlo. Y ese es el gran problema, que los metales siguen ahí, con ese papel. ¿Qué tiene que aparecer Darth Vader saliendo de su nave? Pues nada, unos trombones y una tuba en su registro medio/grave, en tono menor y con una dinámica Mezzo-forte o Sforzando, y asunto arreglado. ¿Que aparece un trapecista brincando de una liana a otra mientras es perseguido por doscientos malvados? Para esto vienen que ni pintadas tres trompetas en registro medio/agudo, con sus buenas dosis de dobles o triples picados y con tantos Sforzando como se puedan meter por segundo, mientras los trombones y tubas están machaconamente soltando staccatos en el registro grave… Y por desgracia, ahí seguimos los “metaleros” abocados a ser meros creadores de efectos dentro de la orquesta. Curiosamente, mientras en la orquesta sinfónica las cosas siguen siendo más o menos así -evidentemente, esto es una generalización, y como tal, injusta por naturaleza, y desde luego que hay obras que no caen en estos manierismos tan poco originales, pero no es menos cierto que esas son las menos, y las otras son las más-, pues bien, como decía, curiosamente, en la música popular, el metal adquiere ese papel “solista” que tradicionalmente había sido coto exclusivo de las cuerdas. En la música popular, el metal es protagonista absoluto. Las buenas orquestas de baile llevan metales, las charangas populares son metales, los grupos y combos de salsa, los quintetos de Jazz, etc., tienen a los metales como protagonistas casi exclusivos. Fue gracias a ellos como los compositores actuales descubrieron que el trombón -de nuevo tiro para casa-, en su registro medio agudo, se convierte en un instrumento de una dulzura tranquila y evocadora, lejos de ese perpetuo efectismo a que suele estar avocado, algo en lo que prácticamente solo el gran Ravel se había fijado, con ese maravilloso solo de trombón en el Bolero, arrancando desde el registro agudo, para acabar en el grave sin que apenas se note. Y que en contra, la trompeta en su registro medio/grave, adquiere una tonalidad sombría y melancólica de una profundidad sublime. Con toda esta “perorata”, lo que pretendo decir es que no hay nada bueno, ni nada malo en que las cuerdas sean o no las principales protagonistas de la sonoridad de la orquesta. Será bueno, si el arreglista o compositor es capaz de ver que no necesita recurrir constantemente a las cuerdas para mantener el discurso melódico, que ese papel, con otros matices, distintos, pero tan válidos como los de las cuerdas, pueden ser ejecutados por otras familias de instrumentos; pero será para mal, como por desgracia suele ser la tónica general, si, ya sea por desconocimiento general, o por no conocer esas virtudes y defectos en particular que cada instrumento tiene, aboca a esas otras familias de instrumentos que no son las cuerdas, a interpretar constantemente el mismo trillado y cansino papel -que funciona, desde luego, pero que ya aburre mucho-, que lleva tanto tiempo desempeñando. Para finalizar, y por poner un ejemplo práctico, si tienes un pasaje en Pianissimo, melódico, tranquilo y evocador, con un trémolo de cuerdas como colchón armónico, puedes tirar por lo sabido y funcional, y otorgarle esa melodía a la flauta, el oboe o el clarinete, o incluso a la trompa, que acertarás seguro; pero también puedes dárselo al trombón en su registro agudo, o a la trompeta en su registro grave, consiguiendo exactamente el mismo efecto pero con un matiz tan diferente que podría resultar de una exquisitez mayúscula. Pero si no conoces las virtudes y defectos tanto del trombón como de la trompeta, y le pones esa misma melodía al registro grave del trombón, o al agudo de la trompeta, probablemente la cosa acabe en desastre, y termines provocando en el oyente un efecto completamente contrario al que deseabas. Lo que decía al principio, no es una guerra Cuerdas vs. Otras familias, es conocer con meridiana exactitud las virtudes y defectos de cada una de las sonoridades que se le puede sacar a cada instrumento de la orquesta, y explotarla al máximo y en nuestro beneficio. Ese es el gran reto y la gran responsabilidad del orquestador. Perdona si mi comentario ha sido demasiado extenso, pero es que este tema, como habrás podido comprobar, me apasiona. Un saludo.
@@academia-musical wow!! Qué gran lección... qué manera tan distinta de ver la orquestación entre un instrumentista y un arreglista. En mi caso soy trompetista y confieso que sí existe cierto "recelo" por el protagonismo de las cuerdas, pero tienes razón; la finalidad es crear distintos colores y matices de acuerdo con las ideas del compositor y del director y aprovechar todas las posibilidades sonoras de las distintas familias de instrumentos. Gracias por tu tiempo y por esa interesante respuesta
De nada, muchas gracias a ti por tus comentarios y como decía mi profesor de armonía cada vez que hacía referencia a la armonización de los metales: ¡¡¡Brass forever!!! ;)
@@academia-musical gran lección! estoy aprendiendo de a pocos este gran mundo de la composición tan lleno de detalles, y comentarios y videos como los tuyos realmente aportan muchísimo! gracias de verdad!!!
siendo un multinstrumentista me he dado cuenta que los instrumentos de cuerda son más cómodos ya que no dependen se la buena salud del músico o buen clima. osea, tengo gripa y hace frio, en vez de mi trompeta voy a llevar mi violín.
EXCELENTE!!!!! Maestro se ha ganado un suscriptor!!!!
Claro que las cuerdas tienen muchas ventajas pero también tienen limitaciones en volumen y expresividad y por eso se recurre a las maderas y a los metales, por ejemplo la música cinematográfica de caracter triunfal no sería lo mismo sin estas secciones y, obviamente, las percusiones
Hola, lo primero de todo, gracias por tu comentario. Sí, indudablemente las cuerdas tienen sus limitaciones, eso es evidente, sin embargo, si me permites una sugerencia, no deberías analizar la cuestión en la forma Cuerda vs. Metales, Maderas, Percusiones, etc. Una de las primeras cosas que me enseñaron cuando estudié orquestación, es que uno nunca debe presuponer que hay “instrumentos mejores que…” a la hora de enfrentar un determinado color orquestal, si no que la pregunta a plantearse es: ¿de todos los instrumentos de que dispongo en la orquesta, como podría conseguir ese determinado color orquestal que estoy buscando utilizando una sección en particular, y como podría conseguirlo utilizando otra completamente diferente? A esa respuesta solo se puede llegar conociendo íntima y profundamente las capacidades sonoras de cada instrumento; conocer sus virtudes, y desde luego, sus deficiencias.
Precisamente en la apreciación que enuncias, sobre el uso de los metales en las composiciones modernas, ya sea de tipo cinematográfico o cualquier otro, está uno de los mayores hándicaps con el que un instrumentista de una sección que no sea cuerdas o madera, por ejemplo, un trombonista -aquí he de tirar para casa, ya que yo soy trombonista-, ha de lidiar prácticamente a diario. Permíteme que me explique más extensamente. Los instrumentos de metal -sobre todo los de metal, ya que la madera siempre ha gozado de la consideración de “instrumentos solistas” dentro de la orquesta “tradicional”-, y sobre todo a partir del Romanticismo medio, el tardío y el Post-Romanticismo, se vieron abocados a un papel casi exclusivamente episódico en las composiciones, una familia de instrumentos cuya casi exclusiva utilidad era la de crear “climax” sonoros, tensiones dramáticas, efectos coloristas, etc. Fueron muy pocos, realmente muy pocos los compositores que “entendieron” la enorme riqueza que los metales podían aportar a la sonoridad orquestal, y es muy curioso, que precisamente esos mismos compositores que entendieron este matiz, fueran terriblemente criticados en su época, e incluso lo son en gran medida hoy en día, por esa “extraña” y poco usual forma de utilizar la cuerda de los metales. Estoy pensando en el más claro ejemplo de este tipo de compositor: Bruckner. Los metales de Bruckner no están para “acompañar” a las cuerdas, o para crear efectos de truenos, relámpagos o fanfarrias militares; cuando en una obra de Bruckner entran los metales, lo hacen para quedarse, durante largos, muy largos periodos de tiempo, dándole profundidad, desde luego, a las cuerdas, pero también como instrumentos melódicos, no solo armónicos. Me viene a la mente la sobrecogedora “Coda” del segundo movimiento de su Séptima Sinfonía en Mi mayor, donde toda la sección del metal, comandadas por 4 tubas Wagnerianas, van conduciendo desde un Pianissimo hasta un Fortissimo, todo el registro sonoro de los metales, confiriéndoles una coloratura sonora, me atrevería a decir, absolutamente innovadora. Y, sin embargo, tanto en su tiempo, como por desgracia, hoy en día, con las obras de Bruckner es fácil encontrarse con el comentario de “me agobian esos metales que entran y no se van, están ahí constantemente como ocupas” -este comentario lo escuche yo mismo en un concierto, por eso me permito el lujo de incluirlo.
Y ese es el gran problema, que los metales siguen ahí, con ese papel. ¿Qué tiene que aparecer Darth Vader saliendo de su nave? Pues nada, unos trombones y una tuba en su registro medio/grave, en tono menor y con una dinámica Mezzo-forte o Sforzando, y asunto arreglado. ¿Que aparece un trapecista brincando de una liana a otra mientras es perseguido por doscientos malvados? Para esto vienen que ni pintadas tres trompetas en registro medio/agudo, con sus buenas dosis de dobles o triples picados y con tantos Sforzando como se puedan meter por segundo, mientras los trombones y tubas están machaconamente soltando staccatos en el registro grave… Y por desgracia, ahí seguimos los “metaleros” abocados a ser meros creadores de efectos dentro de la orquesta.
Curiosamente, mientras en la orquesta sinfónica las cosas siguen siendo más o menos así -evidentemente, esto es una generalización, y como tal, injusta por naturaleza, y desde luego que hay obras que no caen en estos manierismos tan poco originales, pero no es menos cierto que esas son las menos, y las otras son las más-, pues bien, como decía, curiosamente, en la música popular, el metal adquiere ese papel “solista” que tradicionalmente había sido coto exclusivo de las cuerdas. En la música popular, el metal es protagonista absoluto. Las buenas orquestas de baile llevan metales, las charangas populares son metales, los grupos y combos de salsa, los quintetos de Jazz, etc., tienen a los metales como protagonistas casi exclusivos. Fue gracias a ellos como los compositores actuales descubrieron que el trombón -de nuevo tiro para casa-, en su registro medio agudo, se convierte en un instrumento de una dulzura tranquila y evocadora, lejos de ese perpetuo efectismo a que suele estar avocado, algo en lo que prácticamente solo el gran Ravel se había fijado, con ese maravilloso solo de trombón en el Bolero, arrancando desde el registro agudo, para acabar en el grave sin que apenas se note. Y que en contra, la trompeta en su registro medio/grave, adquiere una tonalidad sombría y melancólica de una profundidad sublime.
Con toda esta “perorata”, lo que pretendo decir es que no hay nada bueno, ni nada malo en que las cuerdas sean o no las principales protagonistas de la sonoridad de la orquesta. Será bueno, si el arreglista o compositor es capaz de ver que no necesita recurrir constantemente a las cuerdas para mantener el discurso melódico, que ese papel, con otros matices, distintos, pero tan válidos como los de las cuerdas, pueden ser ejecutados por otras familias de instrumentos; pero será para mal, como por desgracia suele ser la tónica general, si, ya sea por desconocimiento general, o por no conocer esas virtudes y defectos en particular que cada instrumento tiene, aboca a esas otras familias de instrumentos que no son las cuerdas, a interpretar constantemente el mismo trillado y cansino papel -que funciona, desde luego, pero que ya aburre mucho-, que lleva tanto tiempo desempeñando.
Para finalizar, y por poner un ejemplo práctico, si tienes un pasaje en Pianissimo, melódico, tranquilo y evocador, con un trémolo de cuerdas como colchón armónico, puedes tirar por lo sabido y funcional, y otorgarle esa melodía a la flauta, el oboe o el clarinete, o incluso a la trompa, que acertarás seguro; pero también puedes dárselo al trombón en su registro agudo, o a la trompeta en su registro grave, consiguiendo exactamente el mismo efecto pero con un matiz tan diferente que podría resultar de una exquisitez mayúscula. Pero si no conoces las virtudes y defectos tanto del trombón como de la trompeta, y le pones esa misma melodía al registro grave del trombón, o al agudo de la trompeta, probablemente la cosa acabe en desastre, y termines provocando en el oyente un efecto completamente contrario al que deseabas.
Lo que decía al principio, no es una guerra Cuerdas vs. Otras familias, es conocer con meridiana exactitud las virtudes y defectos de cada una de las sonoridades que se le puede sacar a cada instrumento de la orquesta, y explotarla al máximo y en nuestro beneficio. Ese es el gran reto y la gran responsabilidad del orquestador.
Perdona si mi comentario ha sido demasiado extenso, pero es que este tema, como habrás podido comprobar, me apasiona. Un saludo.
@@academia-musical wow!! Qué gran lección... qué manera tan distinta de ver la orquestación entre un instrumentista y un arreglista. En mi caso soy trompetista y confieso que sí existe cierto "recelo" por el protagonismo de las cuerdas, pero tienes razón; la finalidad es crear distintos colores y matices de acuerdo con las ideas del compositor y del director y aprovechar todas las posibilidades sonoras de las distintas familias de instrumentos. Gracias por tu tiempo y por esa interesante respuesta
De nada, muchas gracias a ti por tus comentarios y como decía mi profesor de armonía cada vez que hacía referencia a la armonización de los metales: ¡¡¡Brass forever!!! ;)
@@academia-musical Excelente tu explicación!!! Gracias!!! Saludos cordiales!
@@academia-musical gran lección! estoy aprendiendo de a pocos este gran mundo de la composición tan lleno de detalles, y comentarios y videos como los tuyos realmente aportan muchísimo! gracias de verdad!!!
siendo un multinstrumentista me he dado cuenta que los instrumentos de cuerda son más cómodos ya que no dependen se la buena salud del músico o buen clima. osea, tengo gripa y hace frio, en vez de mi trompeta voy a llevar mi violín.