La escultura Ishtana nuestro cuerpo, es una pieza de resistencia, es un grito hecho forma. A escala humana, la obra yace como un reflejo de quienes habitan el territorio, un cuerpo que, respira, rememora y renace. Como las obras de antaño, es imposible no sentir que la obra nos mire de vuelta, impávida, desconcertante, recordándonos que el territorio que habitamos, no es un espacio más, sino un alma compartida. El título, "nuestro territorio" en lengua Barí, es una declaración de apropiación territorial, de arraigo. Cada línea, cada grafía en la obra evocan unión y fractura al mismo tiempo, un ciclo eterno como el uróboros, perdida y reconstrucción que marcan no solo la historia de Colombia o el Catatumbo, sino del mundo. Mas allá de una escultura tradicional, la obra invita a un dialogo entre el pasado y el futuro, una invitación a abrazar las raíces mientras se dibuja un horizonte lleno de esperanza. Un cuerpo acostado, una invitación a recorrerlo y observarlo como un igual, sentirse cercano, propio. Es un recordatorio sobre la identidad, no como una identidad desdibujada o abstracta, una identidad tangible, que se construye día a día, de manera solitaria, pero también en comunidad. Ishtana, o mejor, Nuestro territorio, nuestro cuerpo, nos enseña como el arte siempre florece en la adversidad, generando refugio y promesa, una memoria latente, tangible que renace y se proyecta hacía una reconciliación de los pueblos. En esta obra, se convierte el territorio en cuerpo y el cuerpo en símbolo, signo y código, transformando el arte mas allá de lo formal, en un puente que nos conecta con nuestra humanidad compartida.
La escultura Ishtana nuestro cuerpo, es una pieza de resistencia, es un grito hecho forma. A escala humana, la obra yace como un reflejo de quienes habitan el territorio, un cuerpo que, respira, rememora y renace. Como las obras de antaño, es imposible no sentir que la obra nos mire de vuelta, impávida, desconcertante, recordándonos que el territorio que habitamos, no es un espacio más, sino un alma compartida.
El título, "nuestro territorio" en lengua Barí, es una declaración de apropiación territorial, de arraigo. Cada línea, cada grafía en la obra evocan unión y fractura al mismo tiempo, un ciclo eterno como el uróboros, perdida y reconstrucción que marcan no solo la historia de Colombia o el Catatumbo, sino del mundo. Mas allá de una escultura tradicional, la obra invita a un dialogo entre el pasado y el futuro, una invitación a abrazar las raíces mientras se dibuja un horizonte lleno de esperanza.
Un cuerpo acostado, una invitación a recorrerlo y observarlo como un igual, sentirse cercano, propio. Es un recordatorio sobre la identidad, no como una identidad desdibujada o abstracta, una identidad tangible, que se construye día a día, de manera solitaria, pero también en comunidad.
Ishtana, o mejor, Nuestro territorio, nuestro cuerpo, nos enseña como el arte siempre florece en la adversidad, generando refugio y promesa, una memoria latente, tangible que renace y se proyecta hacía una reconciliación de los pueblos.
En esta obra, se convierte el territorio en cuerpo y el cuerpo en símbolo, signo y código, transformando el arte mas allá de lo formal, en un puente que nos conecta con nuestra humanidad compartida.