#189

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  • Опубликовано: 17 окт 2024
  • Un capítulo para reflexionar sobre cuánto de nuestra vida está ya escrito y cuánto no.
    Y de paso:
    🎲 Casualidades increíbles
    💊 LSD
    🇮🇹 Un título en italiano
    💃 Un montón de olés
    🐍 Serpientes en círculo
    (NOTAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: www.jaimerodri...)
    Carl Jung, uno de los pioneros de la psicología, en general, y del psicoanálisis en particular -y dejaremos que cada cual considere si eso es bueno o malo- sentía fascinación por esas casualidades tan extraordinarias que parece imposible que sean simples coincidencias. Y de hecho las estudió a fondo, mientras profundizaba en su idea del inconsciente colectivo, algo así como las estructuras inconscientes que compartimos todos. Según él, nuestro inconsciente colectivo está poblado de instintos y arquetipos, de ideas universales que llevamos preinstaladas. Por ejemplo, las figuras paterna y materna, con un montón de atributos asociados. Bueno, pues mientras pensaba en estas cosas, Jung dijo haberse encontrado con sorprendentes conexiones que la racionalidad científica no era capaz de explicar. En sus propias palabras:
    «Lo que encontré fueron “coincidencias” que estaban conectadas de manera tan significativa que su concurrencia “casual” representaría tal grado de improbabilidad que tendría que expresarse (estadísticamente) mediante una cifra astronómica» Olé. Y se quedó tan ancho.
    Jung hizo buenas migas con Wolfgang Pauli, un físico brillante, que desde muy joven llamó la atención de Einstein y que acabaría recibiendo el Premio Nobel en 1945 y siendo considerado uno de los padres de la mecánica cuántica.
    Aquella amistad fue cuanto menos peculiar. Pauli llegó a Jung como paciente, en un momento especialmente turbulento de su vida. Su madre se había suicidado, tras descubrir que su padre le había sido infiel. Y al poco tiempo, éste se casó con una mujer mucho más joven, de la edad del propio Pauli, que no llegaba aún a los 30. En paralelo, el matrimonio de Pauli con una cabaretera a la que había propuesto casarse al poco de conocerse, y mientras ella salía con un químico, tampoco iba muy bien. Más que nada, porque, pese a aceptar, ella siguió mucho más interesada en el químico que en él. No duraron ni un año casados y Pauli acabó dándose al alcohol y al tabaco compulsivamente. Hasta que su padre le convenció de que contactara con Jung.
    Durante años, primero con otra terapeuta y después con el propio Jung, Pauli registró sus sueños, algo que estaba muy de moda. Al parecer, tenía una enorme capacidad para recordarlos y llegó a escribir más de 1.000. Pauli tenía todo tipo de sueños a los que trataba de dar significado con la ayuda de Jung, mientras que éste iba poco a poco derivando hacia ideas cada vez más esotéricas apoyándose sobre sus interpretaciones de las teorías físicas del propio Pauli.
    Intercambiaron cartas durante veintiséis años en las que ambos demostraron estar interesados en la interacción entre la mente y la materia. Pensaban que lo físico y lo psíquico eran aspectos complementarios de una única entidad, así que la física y la psicología podían ser formas complementarias para entender la realidad. Y aunque parece que se fueron distanciando a medida que Jung se adentraba en terrenos cada vez menos científicos, de su colaboración surgió una idea que obsesionaba a ambos: la sincronicidad.
    Decía el propio Jung que se le ocurrió este concepto un día que estaba en terapia con una paciente. Justo cuando ella le contaba un sueño en el que alguien le regalaba una joya dorada con forma de escarabajo, Jung oyó un golpe en el cristal y al asomarse vio que había sido un escarabajo de color entre verdoso y dorado. Así nació la idea de la sincronicidad, que sería la existencia de relaciones no causales entre acontecimientos simultáneos. Es decir, coincidencias increíbles conectadas entre sí de alguna manera que se nos escapa. Venga, uno más: Olé.

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