reflexión | la mujer no sabe lo valiosa es

Mientras Dios creaba a la mujer, un ángel se acercó y le dijo con asombro: "Señor, qué ser tan maravilloso estás creando". Dios sonrió y respondió: "Ella es mi mayor creación, dotada de cualidades extraordinarias".
La voz de Dios resonó en el reino celestial, revelando las virtudes de la mujer: "Será fuerte como una roca y a la vez suave como una rosa. Tendrá la capacidad de escuchar, aconsejar y sobrellevar cualquier situación. Su corazón será tan grande que podrá sanar heridas con amor y compasión".
El ángel observó con atención mientras la mujer tomaba forma, pero de repente notó una lágrima que brotaba de los ojos de Dios. Con preocupación, el ángel exclamó: "Señor, tienes una fuga. Sabía que no podía ser perfecta".
Dios, con serenidad, respondió: "No es una fuga, son lágrimas. Son una expresión divina que permite desahogar la felicidad, la tristeza y el dolor que siento por mis amados hijos".
El ángel, intrigado, preguntó: "Entonces, ¿es perfecta después de todo?". Dios, con amor en sus ojos, respondió: "Sí, es perfecta en su imperfección. Solo tiene un defecto: no sabe cuán valiosa es".
Las palabras de Dios resonaron en el reino celestial, envolviendo a la mujer en una aura de amor y aprecio. Ella fue creada con la plenitud de la perfección humana, pero a veces olvida su propio valor.
El ángel y Dios se miraron con reverencia mientras la mujer se llenaba de vida y propósito. La historia de su creación se convirtió en un recordatorio eterno de la belleza y la importancia de su existencia.
En cada latido de su corazón, en cada lágrima que derrama, la mujer lleva consigo la divinidad de su creación. Pues, a pesar de su desconocimiento, ella es un tesoro invaluable en el universo de Dios.
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