1930's Cuban Films Cinematógrafos cubanos de los años 30 Cuba 4K |RESTAURADO Y COLORIZADO |

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  • Опубликовано: 8 авг 2022
  • 1930's Cuban Films Cinematógrafos cubanos de los años 30 Cuba 4K |RESTAURADO Y COLORIZADO |
    El invento de los hermanos Lumiere se deja ver por vez primera en tierras latinoamericanas el 18 de julio de 1896, en Buenos Aires. Poco después aparece en México, y al año siguiente en La Habana, el domingo 24 de enero de 1897, a las seis de la tarde.
    Una revista de la época, La ilustración de Cuba, informa que las primeras cintas proyectadas habían sido: Jugadores de cartas, Los bebés, Artillería de montaña, Baile de tropa, Unos negros bañándose, Llegada del tren, Transformador de tipos y Escena del Jardinero.
    El cinematógrafo había llegado. Con él comenzó a hacerse un espectáculo, un negocio, y más adelante un arte, a través de un desfile de hombres, de ideas, de fechas.
    Primeros
    Simulacro de incendio, la primera cinta rodada en Cuba, se debe al francés Gabriel Veyre introductor del cinematógrafo Lumiere en nuestro país y data del 7 de febrero de aquel año. El galo aprovechó una demostración del Cuerpo de Bomberos del Comercio de La Habana, y rodó una peliculita de un minuto pues, entonces, el primitivo tomavistas de los famosos hermanos sólo admitía película virgen para esa duración.
    En cuanto al primer cubano que filmó aquí, el honor corresponde al actor José E. Casasús, quien realiza El brujo desapareciendo (1898), corto de ficción ideado para promocionar una marca de cerveza.
    Como sucedió en otras partes del mundo, las cintas nacionales fueron bien escasas durante los primeros tiempos, por la sencilla razón, entre otras cosas, de que en el país no se fabricaba película sin impresionar, ni ingredientes químicos para revelar y copiar, ni aparatos para tomar y exhibir. Y si se conserva algún filme es casi puro milagro.
    Quesada y Peón
    La figura cimera de la etapa inicial del cine cubano es, sin duda, Enrique Díaz Quesada, autor de la archifamosa El parque de Palatino (1906), primer intento cinematográfico real entre nosotros y muestra más antigua que se conserva, así como también de Manuel García, el rey de los campos de Cuba (1913), primer largometraje silente nuestro que con el éxito alcanzado hiciera posible la creación del consorcio Díaz Quesada-Santos y Artigas, productor de varias cintas.
    Si Quesada fue el pionero del cine social e histórico nuestro, hombre riguroso hasta donde le fue posible, Ramón Peón le sigue en importancia durante el final de la etapa silente, pues no sólo rodó diez filmes en la década del veinte, sino que hizo dos de las mejores cintas de la época: El veneno de un beso (1929), en la que se utilizaron amplios medios económicos y tuvo una cuidadosa técnica, y La Virgen de la Caridad (1930), colofón magnífico de la era muda cubana y de la filmografía hasta entonces de este realizador, más seguro ya del oficio y dueño de una mayor imaginación visual.
    El sonido
    El sonoro cubano lo inician Max Tosquella y los hermanos Del Barrio con un cortometraje comercial hecho a un hotel del Vedado luego de adquirir los equipos en suelo estadounidense. Pero todo comienza, realmente, con el corto musical Maracas y bongó (1932), del propio Tosquella y fotografía de Ernesto Caparrós.
    Es precisamente este último quien realiza, en 1937, La serpiente roja, primer largometraje sonoro cubano (aunque las copias y el registro electromagnético del sonido se hicieron en New York), aprovechando el éxito del personaje del detective chino Chan-Li-Po, creado para la radio por Félix B. Cainet e interpretado por el actor Aníbal de Mar.
    En los tres últimos años de la década se produce un inesperado auge en la producción, rodándose casi una veintena de filmes en los que predominan las comedias musicales (como Sucedió en La Habana) o el tema guajiro (como El romance del Palmar), pues el propósito era explotar al máximo las canciones y bailes populares y la fama de los intérpretes de la radio y el teatro con más arraigo, como eran Alberto Garrido y Federico Piñero y Rita Montaner, por citar algunos.
    Mención aparte, por supuesto, para la Cuba Sono Film, creada por el Partido Socialista Popular y dirigida por Luis Álvarez Tabío y José (Pepe) Tabío, que se planteó la posibilidad de utilizar el medio para realizar trabajo político (además de brindar servicio de audio a las actividades del partido y sindicatos) mediante noticiarios, testimonios gráficos y documentales.
    Los cincuenta
    Estos años están signados por Manuel Alonso, las coproducciones con México y el auge del cine aficionado y experimental.
    De Alonso es Siete muertes a plazo fijo (1950), cinta de corte policial, en la que evadió lo manido y convencional de la época y resultó a la postre un meritorio intento. Algo que se repetiría después con Casta de roble (1953), otra película suya de buen cuidado artístico y técnico, aunque lastrada todavía por el comercialismo cursi del momento.

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