Fórmula de Consagración a María según San Luis María Grignon de Montfort
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- Опубликовано: 4 фев 2025
- Hace 160 años se publicaba una obra destinada a convertirse en un clásico de la espiritualidad mariana. San Luis María Grignion de Montfort compuso el Tratado de la verdadera devoción a la santísima Virgen a comienzos del año 1700, pero el manuscrito permaneció prácticamente desconocido durante más de un siglo. Finalmente, en 1824 fue descubierto casi por casualidad, y en 1843, cuando se publicó, tuvo un éxito inmediato, revelándose como una obra de extraordinaria eficacia en la difusión de la «verdadera devoción» a la Virgen santísima.
San Luis María propone con singular eficacia la contemplación amorosa del misterio de la Encarnación. La verdadera devoción mariana es cristocéntrica. En efecto, como recordó el concilio Vaticano II, «la Iglesia, meditando sobre ella (María) con amor y contemplándola a la luz del Verbo hecho hombre, llena de veneración, penetra más íntimamente en el misterio supremo de la Encarnación» (Const. Lumen gentium, 65).
El amor a Dios mediante la unión con Jesucristo es la finalidad de toda devoción auténtica, porque como escribe san Luis María Cristo «es el único maestro que debe enseñarnos, es nuestro único Señor de quien debemos depender, nuestro único jefe a quien debemos pertenecer, nuestro único modelo al que debemos conformarnos, nuestro único médico que nos debe sanar, nuestro único pastor que debe alimentarnos, nuestro único camino por donde debemos andar, nuestra única verdad que debemos creer, nuestra única vida que debe vivificarnos, y nuestro único todo en todas las cosas que debe bastarnos» (Tratado de la verdadera devoción, 61, o.c., p. 47).
La devoción a la santísima Virgen es un medio privilegiado «para hallar a Jesucristo perfectamente, para amarle tiernamente y servirle fielmente» (ib., 62, o.c., p. 48). Este deseo central de «amar tiernamente» se dilata enseguida en una ardiente oración a Jesús, pidiendo la gracia de participar en la indecible comunión de amor que existe entre él y su Madre. La orientación total de María a Cristo, y en él a la santísima Trinidad, se experimenta ante todo en esta observación: «Porque no pensaréis jamás en María sin que María, por vosotros, piense en Dios; no alabaréis ni honraréis jamás a María, sin que María alabe y honre a Dios. María es toda relativa a Dios, y me atrevo a llamarla la relación de Dios, pues sólo existe con respecto a él, o el eco de Dios, ya que no dice ni repite otra cosa más que Dios. Si dices María, ella dice Dios. Santa Isabel alabó a María y la llamó bienaventurada por haber creído, y María, el eco fiel de Dios, exclamó: Mi alma glorifica al Señor. Lo que en esta ocasión hizo María, lo hace todos los días; cuando la alabamos, la amamos, la honramos o nos damos a ella, alabamos a Dios, amamos a Dios, honramos a Dios, nos damos a Dios por María y en María»
«Toda (…) nuestra perfección escribe san Luis María Grignion de Montfort consiste en estar conformes, unidos y consagrados a Jesucristo; la más perfecta de todas las devociones es sin duda alguna la que nos conforma, une y consagra más perfectamente a este acabado modelo de toda santidad; y pues que María es entre todas las criaturas la más conforme a Jesucristo, es consiguiente que, entre todas las devociones, la que consagra y conforma más un alma a nuestro Señor es la devoción a la santísima Virgen, su santa Madre, y cuanto más se consagre un alma a María, más se unirá con Jesucristo» (Tratado de la verdadera devoción, 120, o.c., p. 83). San Luis María, dirigiéndose a Jesús, expresa cuán admirable es la unión entre el Hijo y la Madre: «de tal modo está ella transformada en vos por la gracia, que no vive, no existe, sino que sólo vos, mi Jesús, vivís y reináis en ella… ¡Oh! si fuere conocida la gloria y el amor que recibisteis, Señor, en esta admirable criatura… María os está tan íntimamente unida…; porque ella os ama más ardientemente y os glorifica más perfectamente que todas vuestras criaturas juntas»
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