No tenían ni idea de que la tímida esposa les daría una lección.

Clara, desde que tiene memoria, siempre soñó con calor, cuidado y atención. Desde temprana edad, le faltaba todo eso. La madre de Clara murió de un ataque al corazón cuando la niña tenía alrededor de 5 años. A Agata le prohibieron tener hijos debido a su estado de salud. Los médicos advirtieron sobre los riesgos, pero la mujer decidió arriesgarse de todos modos.
Durante los primeros años de su vida, Clara fue la niña más amada del mundo. Recordaba vagamente esos tiempos: abrazos cálidos, palabras cariñosas de su madre y sonrisas amables. Pero, por supuesto, por más que Clara se esforzara, no podía recordar los detalles. El rostro de su madre se perdía en la neblina, el significado de sus frases se escapaba.
Y luego Clara se quedó a solas con su padre, un hombre sombrío y reservado. Cumplía diligentemente sus deberes como padre: alimentaba a su hija, le compraba ropa. Incluso revisaba sus tareas escolares. Pero no había lugar para conversaciones íntimas. Su padre solo hacía preguntas específicas sobre calificaciones en la escuela, salud y planes para las vacaciones en la escuela. A veces preguntaba si alguien estaba lastimando a su hija. Eso era todo.