I'm afraid the reader isn't either Auden or Eliot - it's the first, the last, the one and only me. Here I call myself Tom O'Bedlam and I read everything is this SpokenVerse channel. Stick around and listen to a few more. I don't mind being mistaken for Auden or Eliot, though
"I should have been a pair of ragged claws, scuttling across the floors of silent seas". Gets me all the time. Reminds me of the last scene in the Hunchback of Notre dam, where, after the hunchback rescues the pretty girl, she rides off into the sunset with her good looking boyfriend, completely ignoring the hunchback, as if all his work for her was for nothing, making the hunchback say to a gargoyle on the cathedral, "I wish that I were made of stone like thee."
Poems get stuck in my head like songs, verses slowly piling into my memory, and this is one that I've inadvertently memorized over the past few months since first reading it. I've been searching ever since for the right voice to narrate it - Hopkins read it too quickly, and I find that Eliot's own audio version sounds slightly too old to convey Prufrock's strange youthful weariness... but you read it just as I'd imagined it to be. I look forward to hearing your voice now in my head. Thank you.
I like that you brought out his age. Many people mistakenly believe that he was an aged person when he wrote it. This poem says so much so well. I often use these words to mentally explain my feelings.
This is my second favorite by Eliot. Your voice speaking these words gave me chills! I have heard a few different readings, even by the great Anthony Hopkins, and yours is hands down the best. Thank you for the upload!
Thank you. You read so well, and bring these poems to life. I wish we lived in a world that valued the reading of poems more than the singing of inanities. Alas. Still, voices such as yours give me hope. So, thank you, and, as the cliche goes, may your tribe increase.
T. S. Elliot, wow, what can you say? This was one of his greatest poems! I think that he, Dylan & W. H. Auden were the greatest poets of thier era and even of our times; thanks for posting.
Thank you for your brilliant presentation of poetry, poetry so deserving. "It is only the hardiest and cleverest of students who can salvage the sonnet from this many-tissued package", Walker Percy wrote in "the Loss of Creature". And that's an admirable achievement.
I just read a book by Harold Bloom in which he says the anonymous poem Tom O'Bedlam compares to anything Shakespeare wrote, and indeed, might well have been written by him. Thanks so much for posting all these readings. One of my favorites is A E Houseman's O Who is that young sinner with the handcuffs on his wrists?
Everyone who talks or writes about this poem always mentions the narrator's shyness and dissatisfying or nonexistent love life, along with his distaste for the manifold falsehoods required by decorum. However, I think (wrongly, perhaps?) that he regards these as mere symptoms of a far more dire existential malaise. Think of Hamlet tossing a coin indefinitely, or of Sisyphus raking his desktop rock garden all day long. Where does the reader's accent come from? I can't place it, but I like it.
Vayamos, pues, tú y yo cuando la tarde se haya tendido contra el cielo como un paciente eterizado sobre una mesa; vayamos, entonces, por calles casi desiertas, murmurantes retrocesos de noches inquietas en hoteles baratos y de una noche y empolvadas fondas con conchas de ostras; calles que se prolongan como un argumento aburrido de intención tediosa que te llevan a una pregunta abrumadora... Oh, no preguntes “¿Qué es?” Vayamos a hacer nuestra visita. En la habitación, las mujeres vienen y van hablando de Miguel Ángel. La niebla amarilla que lava su espalda en el cristal de las vidrieras, el humo amarillo que lava su hocico en el cristal de las vidrieras pasó su lengua por el interior de las esquinas de la tarde, se quedó suspenso largo tiempo sobre los charcos de las cunetas, dejó caer sobre su espalda el tizne que cae de las chimeneas, se deslizó por la terraza, dio un salto súbito, y, viendo que era una noche suave de octubre, se enroscó una vez a la casa y se quedó dormido. Y, en verdad, habrá tiempo para el humo amarillo que se desliza a lo largo de la calle, frotando su espalda sobre el cristal de las vidrieras; habrá tiempo, habrá tiempo para preparar un rostro que acepte los rostros que encuentres, habrá tiempo para matar, habrá tiempo para crear y tiempo para todas las labores y los días hábiles que levanten y dejen caer una pregunta en tu plato; habrá tiempo para tí y habrá tiempo para mí, y habrá tiempo incluso para cien indecisiones, y habrá tiempo para cien visiones y revisiones antes de que tomemos una tostada y té. En la habitación, las mujeres vienen y van hablando de Miguel Ángel. Y en verdad habrá tiempo para preguntarse “¿Me atrevo?” y, “¿Me atrevo?” Habrá tiempo para volverse atrás y bajar la escalera con un lugar calvo en mitad de mi pelo. (Dirán: “¡Qué ralo se le está poniendo el pelo!”) Mi traje matinal, mi cuello que sube firmemente al mentón, mi corvata, rica y modesta pero asegurada por un simple alfiler. (Dirán: “Pero, ¡qué delgados son sus brazos y sus piernas!”) ¿Me atrevo a perturbar el universo? En un minuto hay tiempo para decisiones y revisiones que un minuto revocarán. Porque ya las he conocido a todas, a todas ellas: he conocido las noches, las mañanas, las tardes, he medido mi vida con cucharillas de café; conozco las voces que mueren poco a poco bajo la música llegada de un cuarto distante. Entonces, ¿cómo podría yo atreverme? Y he conocido ya los ojos, todos ellos: los ojos que nos fijan en una frase formulada, y cuando esté yo formulado, debatiéndome en un alfiler, cuando yo esté clavado y retorciéndome en la pared, ¿cómo podría entonces empezar a escupir todas las colillas de mis días y de mis costumbres? ¿Y cómo podría atreverme? Y he conocido ya los brazos, todos ellos: brazos con brazaletes y blancos y desnudos. (¡Pero bajo la lámpara poblado de claros vellos castaños!) ¿Es acaso el pefume de un vestido lo que así me hace divagar? Brazos que reposan sobre una mesa o se envuelven en un chal. ¿Y podría yo entonces atreverme? ¿Y cómo podría empezar? ¿Diré: fui, al crepúsculo, por calles estrechas y contemplé el humo que sale de las pipas de hombres solitarios, asomados a sus ventanas, en mangas de camisa?.. Yo debí ser un par de manos andrajosas que rasaron los suelos de mares silenciosos. ¡Y la tarde, la noche, duerme tan apaciblemente! Alisada por largos dedos, dormida... fatigada... o bien se hace la enferma, extendida en el suelo, aquí junto a ti y a mí. ¿Tendría yo, después del té y los pasteles y los helados, la fuerza para forzar el momento a su crisis? Pero aunque he llorado y ayunado, llorado y orado, y aunque vi mi cabeza (ya un poco calva) traída en una bandeja, no soy profeta (pero esto no importa mucho); he visto flaquear el momento de mi grandeza y he visto al eterno lacayo recibir mi abrigo y sonreír estupidamente, y, en suma, tuve miedo. ¿Y habría valido la pena, después de todo, después de las tazas, la mermelada, el té, entre la porcelana, entre alguna conversación sobre ti y sobre mi, hubiera valido la pena haber hincado el diente en el asunto con una sonrisa, haber comprimido el universo en una bola para rodarlo hacia alguna pregunta abrumadora, para decir: “Soy Lázaro, vuelto de entre los muertos, vuelto para decirsélo todo, se lo diré todo”. Si una, acomodando una almohada junto a su cabeza, dijera: “No es eso lo que quise decir, no es eso. No se trata, en absoluto, de eso”. Y hubiera valido la pena, después de todo, hubiera valido la pena, después de los ocasos y de los patios y de las calles regadas, después de las novelas, después de las tazas de café, después de las faldas que arrastran por el piso (y esto, y tanto más). ¡Es imposible decir exactamente lo que quiero decir! Pero como si una linterna mágica proyectara los nervios en modelos sobre una pantalla: ¿Habría valido la pena si una, acomodando una almohada o quitádose un chal y volviéndose hacia la ventana, hubiera dicho: “No es eso, en absoluto, no es eso lo que quise decir, en absoluto”. ¡No! No soy el príncipe Hamlet ni es mi intención serlo, soy un señor cortesano, uno que servirá para llenar una pausa, iniciar una escena o dos, aconsejar al príncipe; sin duda, un instrumento dócil, obediente, contento de servir, político, precavido, meticuloso, lleno de altos conceptos, pero un poquito obtuso; a veces, en verdad, casi rídiculo: casi, a veces, el Bufón. Envejezco... Envejezco... Usaré enrollados los extremos de mi pantalón. ¿Me peinaré el cabello hacia atrás? ¿Me atrevo a comer un melocotón? Me pondré pantalones de franela blanca y caminaré por la playa. Allí he oído a las sirenas cantándose una a otra. No creo que canten para mí. Las he visto cabalgar sobre las olas, mar adentro, peinando los blancos cabellos de las olas revueltas cuando el soplo del viento vuelve el agua blanca y negra. Nos hemos quedado en los dormitorios del mar al lado de muchachas marinas coronadas de algas marinas rojas y pardas hasta que voces humanas nos despiertan, y nos ahogamos.
Thank you for posting the other reads - They're all good in their way and really helped broaden my understanding. But it's a bit odd to hear the old-resigned voice of Elliot talking about the awkwardness of youth. Same with Geist. After this process, I've rethunk things a bit...I think Young Eliot was being a bit sly or disingenuous here ... Prufrock is a gangly youth... who speaks with robustness, clarity and confidence.
I'm afraid the reader isn't either Auden or Eliot - it's the first, the last, the one and only me. Here I call myself Tom O'Bedlam and I read everything is this SpokenVerse channel. Stick around and listen to a few more. I don't mind being mistaken for Auden or Eliot, though
"I should have been a pair of ragged claws, scuttling across the floors of silent seas". Gets me all the time. Reminds me of the last scene in the Hunchback of Notre dam, where, after the hunchback rescues the pretty girl, she rides off into the sunset with her good looking boyfriend, completely ignoring the hunchback, as if all his work for her was for nothing, making the hunchback say to a gargoyle on the cathedral, "I wish that I were made of stone like thee."
Poems get stuck in my head like songs, verses slowly piling into my memory, and this is one that I've inadvertently memorized over the past few months since first reading it. I've been searching ever since for the right voice to narrate it - Hopkins read it too quickly, and I find that Eliot's own audio version sounds slightly too old to convey Prufrock's strange youthful weariness... but you read it just as I'd imagined it to be. I look forward to hearing your voice now in my head. Thank you.
I like that you brought out his age. Many people mistakenly believe that he was an aged person when he wrote it. This poem says so much so well. I often use these words to mentally explain my feelings.
Thank you so much for posting. Your reading of Eliot's poem is beautiful and captivating.
Made my morning - overwhelmingly - what a great gift.
This is my second favorite by Eliot. Your voice speaking these words gave me chills! I have heard a few different readings, even by the great Anthony Hopkins, and yours is hands down the best. Thank you for the upload!
Thank you. You read so well, and bring these poems to life. I wish we lived in a world that valued the reading of poems more than the singing of inanities. Alas. Still, voices such as yours give me hope. So, thank you, and, as the cliche goes, may your tribe increase.
T. S. Elliot, wow, what can you say? This was one of his greatest poems! I think that he, Dylan & W. H. Auden were the greatest poets of thier era and even of our times; thanks for posting.
Amazing...I just discovered this poem today and loved it! Thanks so much for posting!
Thank you for your brilliant presentation of poetry, poetry so deserving. "It is only the hardiest and cleverest of students who can salvage the sonnet from this many-tissued package", Walker Percy wrote in "the Loss of Creature". And that's an admirable achievement.
I have heard the others.
This is by far the best.
Let us go then . . .
The best version on youtube.
you have a truly wonderful voice
The comparison is praise enough. Thank you for the post.
I just read a book by Harold Bloom in which he says the anonymous poem Tom O'Bedlam compares to anything Shakespeare wrote, and indeed, might well have been written by him.
Thanks so much for posting all these readings. One of my favorites is A E Houseman's O Who is that young sinner with the handcuffs on his wrists?
wonderfully read, brilliant.
super voice
Great voice. Well read.
"Do I care?"?
Hey Tom, excellent reading!!!
This is not Eliot reading. This is the great, amazing Auden.
Everyone who talks or writes about this poem always mentions the narrator's shyness and dissatisfying or nonexistent love life, along with his distaste for the manifold falsehoods required by decorum. However, I think (wrongly, perhaps?) that he regards these as mere symptoms of a far more dire existential malaise. Think of Hamlet tossing a coin indefinitely, or of Sisyphus raking his desktop rock garden all day long.
Where does the reader's accent come from? I can't place it, but I like it.
great
Vayamos, pues, tú y yo
cuando la tarde se haya tendido contra el cielo
como un paciente eterizado sobre una mesa;
vayamos, entonces, por calles casi desiertas,
murmurantes retrocesos
de noches inquietas en hoteles baratos y de una noche
y empolvadas fondas con conchas de ostras;
calles que se prolongan como un argumento aburrido
de intención tediosa
que te llevan a una pregunta abrumadora...
Oh, no preguntes “¿Qué es?”
Vayamos a hacer nuestra visita.
En la habitación, las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.
La niebla amarilla que lava su espalda en el cristal de las vidrieras,
el humo amarillo que lava su hocico en el cristal de las vidrieras
pasó su lengua por el interior de las esquinas de la tarde,
se quedó suspenso largo tiempo sobre los charcos de las cunetas,
dejó caer sobre su espalda el tizne que cae de las chimeneas,
se deslizó por la terraza, dio un salto súbito,
y, viendo que era una noche suave de octubre,
se enroscó una vez a la casa y se quedó dormido.
Y, en verdad, habrá tiempo
para el humo amarillo que se desliza a lo largo de la calle,
frotando su espalda sobre el cristal de las vidrieras;
habrá tiempo, habrá tiempo
para preparar un rostro que acepte los rostros que encuentres,
habrá tiempo para matar, habrá tiempo para crear
y tiempo para todas las labores y los días hábiles
que levanten y dejen caer una pregunta en tu plato;
habrá tiempo para tí y habrá tiempo para mí,
y habrá tiempo incluso para cien indecisiones,
y habrá tiempo para cien visiones y revisiones
antes de que tomemos una tostada y té.
En la habitación, las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.
Y en verdad habrá tiempo
para preguntarse “¿Me atrevo?” y, “¿Me atrevo?”
Habrá tiempo para volverse atrás y bajar la escalera
con un lugar calvo en mitad de mi pelo.
(Dirán: “¡Qué ralo se le está poniendo el pelo!”)
Mi traje matinal, mi cuello que sube firmemente al mentón,
mi corvata, rica y modesta pero asegurada por un simple alfiler.
(Dirán: “Pero, ¡qué delgados son sus brazos y sus piernas!”)
¿Me atrevo
a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
para decisiones y revisiones que un minuto revocarán.
Porque ya las he conocido a todas, a todas ellas:
he conocido las noches, las mañanas, las tardes,
he medido mi vida con cucharillas de café;
conozco las voces que mueren poco a poco
bajo la música llegada de un cuarto distante.
Entonces, ¿cómo podría yo atreverme?
Y he conocido ya los ojos, todos ellos:
los ojos que nos fijan en una frase formulada,
y cuando esté yo formulado, debatiéndome en un alfiler,
cuando yo esté clavado y retorciéndome en la pared,
¿cómo podría entonces empezar
a escupir todas las colillas de mis días y de mis costumbres?
¿Y cómo podría atreverme?
Y he conocido ya los brazos, todos ellos:
brazos con brazaletes y blancos y desnudos.
(¡Pero bajo la lámpara poblado de claros vellos castaños!)
¿Es acaso el pefume de un vestido
lo que así me hace divagar?
Brazos que reposan sobre una mesa o se envuelven en un chal.
¿Y podría yo entonces atreverme?
¿Y cómo podría empezar?
¿Diré: fui, al crepúsculo, por calles estrechas
y contemplé el humo que sale de las pipas de hombres solitarios,
asomados a sus ventanas, en mangas de camisa?..
Yo debí ser un par de manos andrajosas
que rasaron los suelos de mares silenciosos.
¡Y la tarde, la noche, duerme tan apaciblemente!
Alisada por largos dedos,
dormida... fatigada... o bien se hace la enferma,
extendida en el suelo, aquí junto a ti y a mí.
¿Tendría yo, después del té y los pasteles y los helados,
la fuerza para forzar el momento a su crisis?
Pero aunque he llorado y ayunado, llorado y orado,
y aunque vi mi cabeza (ya un poco calva) traída en una bandeja,
no soy profeta (pero esto no importa mucho);
he visto flaquear el momento de mi grandeza
y he visto al eterno lacayo recibir mi abrigo y sonreír estupidamente,
y, en suma, tuve miedo.
¿Y habría valido la pena, después de todo,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre la porcelana, entre alguna conversación sobre ti y sobre mi,
hubiera valido la pena
haber hincado el diente en el asunto con una sonrisa,
haber comprimido el universo en una bola
para rodarlo hacia alguna pregunta abrumadora,
para decir: “Soy Lázaro, vuelto de entre los muertos,
vuelto para decirsélo todo, se lo diré todo”.
Si una, acomodando una almohada junto a su cabeza,
dijera: “No es eso lo que quise decir, no es eso.
No se trata, en absoluto, de eso”.
Y hubiera valido la pena, después de todo,
hubiera valido la pena,
después de los ocasos y de los patios y de las calles regadas,
después de las novelas, después de las tazas de café, después
de las faldas que arrastran por el piso
(y esto, y tanto más).
¡Es imposible decir exactamente lo que quiero decir!
Pero como si una linterna mágica proyectara los nervios en
modelos sobre una pantalla:
¿Habría valido la pena
si una, acomodando una almohada o quitádose un chal
y volviéndose hacia la ventana, hubiera dicho:
“No es eso, en absoluto,
no es eso lo que quise decir, en absoluto”.
¡No! No soy el príncipe Hamlet ni es mi intención serlo,
soy un señor cortesano, uno que servirá
para llenar una pausa, iniciar una escena o dos,
aconsejar al príncipe; sin duda, un instrumento dócil,
obediente, contento de servir,
político, precavido, meticuloso,
lleno de altos conceptos, pero un poquito obtuso;
a veces, en verdad, casi rídiculo:
casi, a veces, el Bufón.
Envejezco... Envejezco...
Usaré enrollados los extremos de mi pantalón.
¿Me peinaré el cabello hacia atrás?
¿Me atrevo a comer un melocotón?
Me pondré pantalones de franela blanca y caminaré por la playa.
Allí he oído a las sirenas cantándose una a otra.
No creo que canten para mí.
Las he visto cabalgar sobre las olas, mar adentro,
peinando los blancos cabellos de las olas revueltas
cuando el soplo del viento vuelve el agua blanca y negra.
Nos hemos quedado en los dormitorios del mar
al lado de muchachas marinas
coronadas de algas marinas rojas y pardas
hasta que voces humanas nos despiertan, y nos ahogamos.
I love the feline imagery early in the poem. I know he loved cats and it shows. The image seems more complete than others he calls forth here.
Interestingly - i measured out my life with a coffee spoon full of Kenya AA this morning.
you have an excellent reading voice. please read my poems sometimes! real pleasure to listen to, inspirational and sombre but dulcet tones.
Thank you for posting the other reads - They're all good in their way and really helped broaden my understanding. But it's a bit odd to hear the old-resigned voice of Elliot talking about the awkwardness of youth. Same with Geist. After this process, I've rethunk things a bit...I think Young Eliot was being a bit sly or disingenuous here ... Prufrock is a gangly youth... who speaks with robustness, clarity and confidence.
Paper Chase sent me here
The Love Song of J. Alfred Prufrock