LA LIMPIADORA LLEGA A LA MANSIÓN: VE SU FOTO EN UN MARCO NEGRO Y QUEDA PARALIZADA...

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En un pequeño rincón del estado de Oaxaca, donde las montañas verdes rodeaban el horizonte y los rayos del sol bañaban las calles de tierra con un brillo cálido, vivía Ximena. Apenas tenía veintitrés años, pero la vida ya le había enseñado más sobre sacrificios y responsabilidad de lo que a muchos les toca aprender en toda una existencia. Desde niña, había aprendido a trabajar duro para sostenerse a sí misma y a su madre, Magdalena, una mujer de corazón bondadoso pero salud frágil, quien era la persona más importante en su vida.
Su hogar, una casita de adobe con techo de lámina, estaba situada al borde de la villa, un lugar tan pequeño que los rumores se propagaban más rápido que el viento. Ximena siempre despertaba antes que el sol, cuando el aire aún era fresco y el silencio se interrumpía solo por el canto de los gallos. Sus días comenzaban con una rutina casi ritual: lavar su rostro con el agua fría que sacaba del pozo, encender el fogón y preparar las tortillas que vendería más tarde en el mercado local. Las manos de Ximena estaban marcadas por el trabajo constante, llenas de callos que contaban su historia, pero eso nunca le importó. Lo que le daba fuerza era saber que, con cada tortilla vendida, ayudaba a mantener a su madre cómoda y alimentada.

[@isabelperez840]

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