Cristo destruye las mentiras del enemigo [De la oscuridad a la luz, 3 de 5]

Cristo destruye las mentiras del enemigo y nos libera de la esclavitud del pecado.
El enemigo presenta la falsa dicotomía entre ser obedientes o ser felices, haciendo ver a la religión como un obstáculo para la libertad.
Se manipulan nuestras ganas a través de la imitación, la pertenencia y el estatus, como estrategias de marketing.
Cristo nos libera de la falsa idea de libertad, mostrándonos la verdad de lo que somos y recordándonos que importamos a Dios.
La compasión y el poder de Cristo se unen en su sanación, demostrando que importamos a Dios y que Él está presente en nuestras vidas.
Dios se preocupa por la vida de cada persona, incluso de aquellos que se sienten pequeños, sucios o pecadores.
La mirada de Cristo es de esperanza, no de acusación. Invita a presentar nuestras heridas y necesidades ante Él.
Cristo combina poder ilimitado con compasión ilimitada, lo que nos impacta y destruye la gran mentira de que debemos escoger entre obediencia y felicidad.
La obediencia no es una limitación de la libertad, sino que en ella encontramos nuestra felicidad.
La comunicación efectiva es fundamental en todas las relaciones, especialmente en la familia.
A veces se tarda años en comprender que obedecer a Dios y seguir las enseñanzas de la iglesia tradicional conduce a la verdadera felicidad.
Reconocer el daño causado por seguir la "gran mentira" y la importancia de obedecer a Dios para evitar más sufrimiento.
La obediencia a Dios es como seguir las señales de tránsito; ignorarlas puede llevar a consecuencias graves.
Dos actitudes fundamentales como cristianos: presentarnos ante Dios con nuestras faltas como el leproso, pero también aprender a ser discípulos que escuchan, aprenden y obedecen.
La importancia de seguir a Cristo y rechazar las tentaciones del demonio, el mundo y la carne, incluso cuando otros nos llaman "fanáticos".
Cristo nos enseña a servir y posponerse, como lo demostró al lavar los pies de sus discípulos.
La paciencia de Dios, incluso cuando lo hacemos esperar, y cómo podemos apreciarla recordando nuestras propias demoras en responder a su llamado.
Experimentar la verdadera alegría al dar y servir a los demás, y cómo esto supera la felicidad egoísta centrada en nuestros propios planes.
Reconocer que nuestros planes no siempre son los mejores y aprender a confiar en que Dios tiene mejores ideas.
La importancia de agradecer a Dios incluso cuando nuestros planes cambian y recordar que Él nos ama y nos guía en un diálogo amoroso.
Dios puede hacer grandes cosas con nuestros recursos limitados si estamos dispuestos a confiar en Él y ofrecer lo que tenemos.
Aunque obedecer a Dios puede implicar sufrimiento, también conlleva una profunda alegría y realización.
La verdadera felicidad se encuentra en obedecer a Dios y servir a los demás, más que en buscar satisfacción egoísta.
No subestimes lo que puedes hacer con lo que tienes; Dios puede obrar maravillas a través de ti si te entregas a Su voluntad.
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