El Cordero de Dios

Billy Graham, el gran evangelista, en una conferencia relató un incidente en que él estaba conduciendo su vehículo en un pueblo pequeño por la noche y fue detectado por un radar que controlaba la velocidad.
Una patrulla lo hizo detenerse y le dio instrucciones para que la siguiera hasta el lugar en que se encontraba el juez de paz de la localidad. Resultó que el juez de paz era un barbero y tenía su oficina allí mismo en la barbería.
Graham cuenta que entró en la barbería y que el juez se hallaba muy ocupado afeitando a un hombre. El barbero siguió en su trabajo hasta terminarlo. Luego se dirigió a Graham:
- ¿Cómo se declara? le preguntó el juez.
- Me declaro culpable, señor juez -respondió Graham.
- Tendrá que pagar 15 dólares de multa, le replicó el juez.
Graham buscó su cartera para pagar la multa.
El juez le echó una segunda mirada y le dijo:
- Mire, ¿no es usted Billy Graham, el predicador?
- Sí soy, respondió Graham, con la esperanza de colocarse la cartera en el bolsillo.
- Tendrá que pagar 15 dólares de multa, le dijo otra vez el hombre con una sonrisa.
Luego de un momento le dijo:
- Le diré lo que voy a hacer. Voy a pagar la multa por usted.
El juez de paz sacó la cartera de su bolsillo, tomó los $15 y los metió en la gaveta de guardar el dinero y la cerró. Luego agregó:
- Usted ha sido una gran ayuda para mí y mi familia. Por esa razón quiero hacer esto.
La ley se había quebrantado, la sanción se había dictado y la multa tenía que pagarse.
Pero en este caso, como en el caso de Dios en Su relación con la humanidad, se presentó un sustituto y ofreció voluntariamente pagar la multa.
Al salvador de Billy Graham no le costó mucho pagar la multa de este, pero el costo que Dios tuvo que pagar para ofrecernos un Salvador que pagara nuestra multa fue la muerte de Su Hijo Jesús en nuestro lugar.
Esta obra de Cristo en la cruz quita para siempre la barrera que pesa sobre la cabeza de todo ser humano que nace en este mundo.
Esta es la obra de Cristo que queremos analizar ahora.
Génesis 3:15
15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
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