La Maldad

La maldad se había instalado en la ciudad de San Gabriel, y ya nadie podía sentirse seguro en la que otrora había sido una gran urbe y ahora agonizaba debido a sus pecados.
Bajo la luz pálida de la luna, tres hombres corrían desesperadamente por las calles de la ciudad a las 3 de la mañana. Sus corazones latían con ferocidad, y sus alientos agitados se mezclaban con el eco de sus pasos. El rugido de un monstruo los perseguía incansablemente.
El monstruo, una criatura de pesadilla, tenía garras afiladas como cuchillos, ojos brillantes como brasas ardientes y un aullido que helaba la sangre. Su piel se asemejaba a la de una serpiente, y su aliento fétido anunciaba su llegada. Nadie sabía de dónde había surgido, pero su sed de caza era inquebrantable.
Mientras los tres hombres corrían sin rumbo fijo, el más joven, Carlos, gritó: "¡Debemos encontrar un lugar para escondernos!". Sus amigos asintieron, y tras una serie de giros y callejones, llegaron jadeando a la puerta de la antigua iglesia.
"¡Estamos salvados!" - exclamó uno de ellos. - ¡Los demonios no pueden entrar en terreno consagrado!
David, el más mayor del grupo, golpeó con fuerza la puerta de madera y exclamó: "¡Por favor, ábrenos!"
Mientras el eco de los golpes resonaba en el silencio de la noche, un sacerdote de edad avanzada asomó su rostro a través de una pequeña mirilla y preguntó en voz baja: "¿Quiénes sois y qué buscáis a estas horas?".
Carlos, aún jadeante, respondió con urgencia: "¡Ábrenos, joder! Estamos siendo perseguidos por un puto monstruo." La tensión se palpaba en el aire.
El sacerdote observó detenidamente a los tres hombres y, con un dejo de reconocimiento en su mirada, dijo: "¿Por qué debería ayudaros?".
"¡No queremos morir" - respondió uno de ellos al borde del llanto.
El sacerdote, sin ninguna expresión en su rostro, cerró la mirilla y volvió a asegurar la puerta, dejando a los tres hombres fuera, a merced del monstruo que se acercaba. El rugido de la Bestia se mezcló con los alaridos aterrados que los hombres emitían mientras morían.
El sacerdote se acercó al altar y encendió una vela por sus almas. Claro que no querían morir, pensó el hombre mientras lo hacía, y tampoco querían morir los inocentes que ellos, o su banda, "La maldad", habían aniquilado.
Luego, de rodillas, dio gracias, por fin alguien había atendido sus ruegos...
‪@HijosdlViuda‬
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/ @hijosdlviuda

[@astur2544]

La masonería solo es un brazo del judaísmo. Es como el sionismo o el evangelismo.

[@HijosdlViuda]

No... Eso no es la masonería. Le recomiendo que siga estudiando. Un saludo fraternal 🤝

[@astur2544]

@@HijosdlViuda claro que sí. A ver: dígame que libro me recomienda y luego le doy una recomendación yo.