El patito feo | Audio Cuentos Infantiles

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  • Опубликовано: 26 окт 2024
  • El patito feo. Audio cuentos infantiles
    ¡Qué bonitos eran los días de verano! ¡Qué agradable resultaba pasear por el campo y ver el trigo amarillo, la verde avena y las parvas de heno apilado en las llanuras! Sobre sus largas patas rojas iba la cigüeña junto a algunos flamencos, que se paraban un rato sobre cada pata. Sí, era realmente encantador estar en el campo.
    Bañada de sol se alzaba allí una vieja mansión solariega a la que rodeaba un profundo foso; desde sus paredes hasta el borde del agua crecían unas plantas de hojas gigantescas, las mayores de las cuales eran lo suficientemente grandes para que un niño pequeño pudiese pararse debajo de ellas. Aquel lugar resultaba tan enmarañado y agreste como el más denso de los bosques, y era allí donde cierta pata había hecho su nido. Ya era tiempo de sobra para que naciesen los patitos, pero se demoraban tanto, que la mamá comenzaba a perder la paciencia, pues casi nadie venía a visitarla.
    Al fin los huevos se abrieron uno tras otro. “¡Pip, pip!”, decían los patitos conforme iban asomando sus cabezas a través del cascarón.
    -¡Cuac, cuac! -dijo la mamá pata, y todos los patitos se apresuraron a salir tan rápido como pudieron, dedicándose enseguida a escudriñar entre las verdes hojas. La mamá los dejó hacer, pues el verde es muy bueno para los ojos.
    -¡Oh, qué grande es el mundo! -dijeron los patitos. Y ciertamente disponían de un espacio mayor que el que tenían dentro del huevo.
    -¿Creéis acaso que esto es el mundo entero? -preguntó la pata-. Pues sabed que se extiende mucho más allá del jardín, hasta el prado mismo del pastor, aunque yo nunca me he alejado tanto. Bueno, espero que ya estéis todos -añadió levantándose del nido-. ¡Ah, pero si todavía falta el más grande! ¿Cuánto tardará aún? No puedo entretenerme con él mucho tiempo.
    Y fue a sentarse de nuevo en su sitio.
    -¡Vaya, vaya! ¿Cómo anda eso? -preguntó una pata de avnzada edad que venía de visita.
    -Ya no queda más que este huevo, pero tarda tanto… -dijo la pata desde el nido-. No hay forma de que rompa. Pero fíjate en los otros, y dime si no son los patitos más lindos que se hayan visto nunca. Todos se parecen a su padre, por cierto¿Por dónde andará?
    -Déjame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper -dijo la anciana-. Te apuesto a que es un huevo de pava. Así fue como me engatusaron cierta vez a mí. ¡El trabajo que me dieron aquellos pavitos! ¡Imagínate! Le tenían miedo al agua y no había forma de hacerlos entrar en ella. Yo graznaba y los picoteaba, pero de nada me servía… Pero, vamos a ver ese huevo…
    -Creo que me quedaré sobre él un ratito aún -dijo la pata-. He estado tanto tiempo aquí sentada, que un poco más no me hará daño.
    -Como quieras -dijo la pata, y se alejó contoneándose.
    Por fin se rompió el huevo. “¡Pip, pip!”, dijo el pequeño, saliendo del cascarón. La pata vio lo grande y feo que era, y exclamó:
    -¡Dios mío, qué patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros. Y, sin embargo, me atrevo a asegurar que no es ninguna cría de pavo.
    Al día siguiente hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandecía en las verdes hojas gigantescas. La mamá pata se acercó al foso con toda su familia y, ¡plaf!, saltó al agua.
    -¡Cuac, cuac! -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella. El agua se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgían flotando magníficamente. Movían sus patas sin el menor esfuerzo, y al poco estuvieron todos en el agua. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros.
    -No es un pavo, por cierto -dijo la pata-. Fíjense en la elegancia con que nada, y en lo derecho que se mantiene. Sin duda que es uno de mis pequeños. Y si uno lo mira bien, se da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. ¡Cuac, cuac! Vamos, venid conmigo y dejad que os enseñe el mundo y os presente al corral entero. Pero no os separéis mucho de mí, no sea que os pisoteen. Y andad con los ojos muy abiertos, por si viene el gato.
    Y con esto se encaminaron al corral. Había allí un escándalo espantoso, pues dos familias se estaban peleando por un trozo de anguila, que, a fin de cuentas, fue a parar al estómago del gato.
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    Ilustración creada en exclusiva para este video:
    Patricia Saavedra
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    Música: Artlist
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