Esta estampa literaria se encuentra en la primera parte de "El Trompo de Madera" de Orlando Escalona . Disponible en: senderospedagogicos.blogspot.com/p/orlando-b.html Corrían los primeros años de 1960. "Una fotografía única, en formato pequeño con el característico blanco y negro de la época, recoge un instante de mi fugaz estancia infantil en el campo petrolero Carorita. Poso sentado en una mesa al lado de mi hermana Ara con mi hermosa madre debajo del porche, en segundo plano. Como el resplandeciente sol de la media mañana me encandilaba, mis ojos aparecen entrecerrados y los dientes deslumbrando su blancura infantil; esa foto, fue motivo de bromas y ocurrencias de parte de mis hermanas cada vez que Mamá la sacaba de su baúl y nos la enseñaba. Cuadro instantáneo de mi vida de muchacho que registra parte del frente de la casa de Carorita. Casa rural pequeña asignada a los empleados petroleros, con un porche sustentado en tres pilares metálicos, convertido en sitio obligado para el reposo durante los calurosos atardeceres; de dos habitaciones y baño único, con agua casi termal de necesaria ambientación en una pipa metálica para podernos bañar. Pipa convertida en mi primera piscina, donde realizaba incipientes prácticas de submarinismo al mínimo descuido de la Tía, por la prohibición de sumergirse en sus aguas destinadas al diario aseo personal. Para esa época, Carorita estaba conformada por tres calles asfaltadas con hileras de sencillas casas de bloque y techos de asbesto con amplios patios sembrados de frondosas matas de mangos. Los fondos de las casas se comunicaban entre sí, no había necesidad de cercas divisorias, lo que permitía a los vecinos compartirlos como áreas comunes. Así que, de niños pudimos corretear con soltura entre las casas bajo el amparo de la fresca sombra del mangal, saborear la pulpa de su exquisito fruto y practicar acrobacias entre sus ramajes. Muchos años después, precisamente en octubre de 2011, la casa que nos cobijó bajo el resguardo de la Tía, la contemplamos petrificada en la intemporalidad. Mantuvo su fachada intacta, quizás en espera de nuestro retorno; el mismo par de habitaciones, perdura la sólida puerta metálica desafiando la química atmosférica, la batea de concreto del lavadero aún permanece adosada a la pared de siempre. Efímeras imágenes del peltre verdiblanco de la típica cocina a gas de la época y la alacena verde de madera y estambre tupido de la Tía, se materializaron en su espacio; el ondulante ronroneo del ayudante de cocina electrolux entremezclando la masa del pan, ponquesitos y tortas en su recipiente acerado, cristalizó en estampa sónica; provocativas esencias de vainilla, nevazucar y levadura se entremezclaron con vapores encendidos de repostería humeante que discurrían por la sólida puerta del pequeño horno y se difundían por la casa y vecindades. Sentí de nuevo los agudos parafraseos de la lora en el mango de nuestro patio. El cálido ambiente hogareño de Tía, Mamá, Pedrito, Tío, Papá, Ara y Aya envolvió de nuevo mi piel. "
Mi adorado pueblo mene grande
mi pueblio...querido Alejandro Gomez ...Veneno soy de alli
Te amo mi pueblo
Mi mene grande tres año sin verte
Lo máximo mene grande
Esta estampa literaria se encuentra en la primera parte de "El Trompo de Madera" de Orlando Escalona .
Disponible en: senderospedagogicos.blogspot.com/p/orlando-b.html
Corrían los primeros años de 1960.
"Una fotografía única, en formato pequeño con el característico blanco y negro de la época, recoge un instante de mi fugaz estancia infantil en el campo petrolero Carorita. Poso sentado en una mesa al lado de mi hermana Ara con mi hermosa madre debajo del porche, en segundo plano. Como el resplandeciente sol de la media mañana me encandilaba, mis ojos aparecen entrecerrados y los dientes deslumbrando su blancura infantil; esa foto, fue motivo de bromas y ocurrencias de parte de mis hermanas cada vez que Mamá la sacaba de su baúl y nos la enseñaba. Cuadro instantáneo de mi vida de muchacho que registra parte del frente de la casa de Carorita. Casa rural pequeña asignada a los empleados petroleros, con un porche sustentado en tres pilares metálicos, convertido en sitio obligado para el reposo durante los calurosos atardeceres; de dos habitaciones y baño único, con agua casi termal de necesaria ambientación en una pipa metálica para podernos bañar. Pipa convertida en mi primera piscina, donde realizaba incipientes prácticas de submarinismo al mínimo descuido de la Tía, por la prohibición de sumergirse en sus aguas destinadas al diario aseo personal. Para esa época, Carorita estaba conformada por tres calles asfaltadas con hileras de sencillas casas de bloque y techos de asbesto con amplios patios sembrados de frondosas matas de mangos. Los fondos de las casas se comunicaban entre sí, no había necesidad de cercas divisorias, lo que permitía a los vecinos compartirlos como áreas comunes. Así que, de niños pudimos corretear con soltura entre las casas bajo el amparo de la fresca sombra del mangal, saborear la pulpa de su exquisito fruto y practicar acrobacias entre sus ramajes.
Muchos años después, precisamente en octubre de 2011, la casa que nos cobijó bajo el resguardo de la Tía, la contemplamos petrificada en la intemporalidad. Mantuvo su fachada intacta, quizás en espera de nuestro retorno; el mismo par de habitaciones, perdura la sólida puerta metálica desafiando la química atmosférica, la batea de concreto del lavadero aún permanece adosada a la pared de siempre. Efímeras imágenes del peltre verdiblanco de la típica cocina a gas de la época y la alacena verde de madera y estambre tupido de la Tía, se materializaron en su espacio; el ondulante ronroneo del ayudante de cocina electrolux entremezclando la masa del pan, ponquesitos y tortas en su recipiente acerado, cristalizó en estampa sónica; provocativas esencias de vainilla, nevazucar y levadura se entremezclaron con vapores encendidos de repostería humeante que discurrían por la sólida puerta del pequeño horno y se difundían por la casa y vecindades. Sentí de nuevo los agudos parafraseos de la lora en el mango de nuestro patio. El cálido ambiente hogareño de Tía, Mamá, Pedrito, Tío, Papá, Ara y Aya envolvió de nuevo mi piel. "
Q pais es ese?
A Venezuela