Domingo XXI. T.O. 25 de agosto 2024. Señor, a quién iremos, solo tú tienes palabras de vida eterna.

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  • Опубликовано: 12 сен 2024
  • tomasgalarzafigueroa@gmail.com ATH MOBIL Telegram 787-375-7930 Parroquia San Juan Bautista Apartado 453 Maricao Puerto Rico 00606
    Primera lectura
    Lectura del Libro de Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b
    En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los magistrados. Y se presentaron ante Dios.
    Josué dijo a todo el pueblo:
    «Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor».
    El pueblo respondió:
    «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses! Porque el Señor nuestro Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de Egipto, de la casa de la esclavitud; quien hizo ante nuestros ojos aquellos prodigios y nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos por los que atravesamos.
    También nosotros serviremos al Señor: ¡porque él es nuestro Dios!».
    Salmo
    Sal. 33, 2-3. 16-17. 18-19. 20-21. 22-23 R: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
    Bendigo al Señor en todo momento,
    su alabanza está siempre en mi boca;
    mi alma se gloría en el Señor:
    que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
    Los ojos del Señor miran a los justos,
    sus oídos escuchan sus gritos;
    pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
    para borrar de la tierra su memoria. R.
    Cuando uno grita, el Señor lo escucha
    y lo libra fe sus angustias;
    el Señor está cerca de los atribulados,
    salva a los abatidos. R.
    Aunque el justo sufra muchos males,
    de todos lo libra el Señor;
    él cuida de todos sus huesos,
    y ni uno solo se quebrará. R.
    La maldad da muerte al malvado,
    y los que odian al justo serán castigados.
    El Señor redime a sus siervos,
    no será castigado quien se acoge a él. R.
    Segunda lectura
    Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 5, 21-32
    Hermanos:
    Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
    Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpo suyos que son.
    Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.
    «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán os dos una sola carne».
    Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
    Evangelio del día
    Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 60-69
    En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús, dijeron:
    «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
    Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
    «¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, hay algunos de vosotros que no creen».
    Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
    Y dijo:
    «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
    Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
    Entonces Jesús les dijo a los Doce:
    «¿También vosotros queréis marcharos?».
    Simón Pedro le contestó:
    «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

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