MARCO AURELIO Meditaciones LIBRO I 1. Aprendí de mi abuelo Vero: el buen carácter y la serenidad. 2. De la reputación y memoria legadas por mi progenitor: el carácter discreto y viril. 3. De mi madre: el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no sólo de obrar mal, sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más todavía, la frugalidad en el régimen de vida y el alejamiento del modo de vivir propio de los ricos. 4. De mi bisabuelo: el no haber frecuentado las escuelas públicas y haberme servido de buenos maestros en casa, y el haber comprendido que, para tales fines, es preciso gastar con largueza. 5. De mi preceptor: el no haber sido de la facción de los Verdes ni de los Azules, ni partidario de los parinularios ni de los escutarios; el soportar las fatigas y tener pocas necesidades; el trabajo con esfuerzo personal y la abstención de excesivas tareas, y la desfavorable acogida a la calumnia. 6. De Diogneto: el evitar inútiles ocupaciones; y la desconfianza en lo que cuentan los que hacen prodigios y hechiceros acerca de encantamientos y conjuración de espíritus, y de otras prácticas semejantes; y el no dedicarme a la cría de codornices ni sentir pasión por esas cosas; el soportar la conversación franca y familiarizarme con la filosofía; y el haber escuchado primero a Baquio, luego a Tandasis y Marciano; haber escrito diálogos en la niñez; y haber deseado el catre cubierto de piel de animal, y todas las demás prácticas vinculadas a la formación helénica. 7. De Rústico: el haber concebido la idea de la necesidad de enderezar y cuidar mi carácter; el no haberme desviado a la emulación sofística, ni escribir tratados teóricos ni recitar discursillos de exhortación ni hacerme pasar por persona ascética o filántropo con vistosos alardes; y el haberme apartado de la retórica, de la poética y del refinamiento cortesano. Y el no pasear con la toga por casa ni hacer otras cosas semejantes. También el escribir las cartas de modo sencillo, como aquélla que escribió él mismo desde Sinuesa a mi madre; el estar dispuesto a aceptar con indulgencia la llamada y la reconciliación con los que nos han ofendido y molestado, tan pronto como quieran retractarse; la lectura con precisión, sin contentarme con unas consideraciones globales, y el no dar mi asentimiento con prontitud a los charlatanes; el haber tomado contacto con los Recuerdos de Epicteto, de los que me entregó una copia suya. 8. De Apolonio: la libertad de criterio y la decisión firme sin vacilaciones ni recursos fortuitos; no dirigir la mirada a ninguna otra cosa más que a la razón, ni siquiera por poco tiempo; el ser siempre inalterable, en los agudos dolores, en la pérdida de un hijo, en las enfermedades prolongadas; el haber visto claramente en un modelo vivo que la misma persona puede ser muy rigurosa y al mismo tiempo desenfadada;
1. Al despuntar la aurora, hazte estas consideraciones previas: me encontraré con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un envidioso, un insociable. Todo eso les acontece por ignorancia de los bienes y de los males. Pero yo, que he observado que la naturaleza del bien es lo bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del pecador mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre o de la misma semilla, sino de la inteligencia y de una porción de la divinidad, no puedo recibir daño de ninguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de vergüenza; ni puedo enfadarme con mi pariente ni odiarle. Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el hecho de manifestar indignación y repulsa. 2. Esto es todo lo que soy: un poco de carne, un breve hálito vital, y el guía interior. ¡Deja los libros! No te dejes distraer más; no te está permitido. Sino que, en la idea de que eres ya un moribundo, desprecia la carne: sangre y polvo, huesecillos, fino tejido de nervios, de diminutas venas y arterias. Mira también en qué consiste el hálito vital: viento, y no siempre el mismo, pues en todo momento se vomita y de nuevo se succiona. En tercer lugar, pues, te queda el guía interior. Reflexiona así: eres viejo; no consientas por más tiempo que éste sea esclavo, ni que siga aún zarandeado como marioneta por instintos egoístas, ni que se enoje todavía con el destino presente o recele del futuro. 3. Las obras de los dioses están llenas de providencia, las de la Fortuna no están separadas de la naturaleza o de la trama y entrelazamiento de las cosas gobernadas por la Providencia. De allí fluye todo. Se añade lo necesario y lo conveniente para el conjunto del universo, del que formas parte. Para cualquier parte de naturaleza es bueno aquello que colabora con la naturaleza del conjunto y lo que es capaz de preservarla. Y conservan el mundo tanto las transformaciones de los elementos simples como las de los compuestos. Sean suficientes para ti estas reflexiones, si son principios básicos. Aparta tu sed de libros, para no morir gruñendo, sino verdaderamente resignado y agradecido de corazón a los dioses. 4. Recuerda cuánto tiempo hace que difieres eso y cuántas veces has recibido avisos previos de los dioses sin aprovecharlos. Preciso es que a partir de este momento te des cuenta de qué mundo eres parte y de qué gobernante del mundo procedes como emanación, y comprenderás que tu vida está circunscrita a un período de tiempo limitado. Caso de que no aproveches esta oportunidad para serenarte, pasará, y tú también pasarás, y ya no habrá otra. 5. A todas horas, preocúpate resueltamente, como romano y varón, de hacer lo que tienes entre manos con puntual y no fingida gravedad, con amor, libertad y justicia, y procúrate tiempo libre para liberarte de todas las demás distracciones. Y conseguirás tu propósito, si ejecutas cada acción como si se tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión, de toda aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda hipocresía, egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino. Estás viendo cómo son pocos los principios que hay que dominar para vivir una vida de curso favorable y de respeto a los dioses. Porque los dioses nada más reclamarán a quien observa estos preceptos. 24. «Abarca pocas actividades, dice, si quieres mantener el buen humor.» ¿No sería mejor hacer lo necesario y todo cuanto prescribe, y de la manera que lo prescribe, la razón del ser sociable por naturaleza? Porque este procedimiento no sólo procura buena disposición de ánimo para obrar bien, sino también el optimismo que proviene de estar poco ocupado. Pues la mayor parte de las cosas que decimos y hacemos, al no ser necesarias, si se las suprimiese reportarían bastante más ocio y tranquilidad. En consecuencia, es preciso recapacitar personalmente en cada cosa: ¿No estará esto entre lo que no es necesario? Y no sólo es preciso eliminar las actividades innecesarias, sino incluso las imaginaciones. De esta manera, dejarán de acompañarlas actividades superfluas De las múltiples descripciones que se han hecho del poema, pocas son tan luminosas como la realizada por el filósofo y físico Michel Serres. En su libro El nacimiento de la física en el texto de Lucrecio, Serres sostiene que el poema de Lucrecio no es un texto de metafísica, ni de filosofía moral, sino exactamente una física. Es más, no se trata simplemente que el poema sea una física matemática y experimental como la nuestra - con modelos, experiencias y aplicaciones-, se trata de que es exactamente nuestra física, no tanto la que se inaugura con Galileo y culmina con Newton, sino más bien la que estamos comenzando a hacer hoy mismo, a partir de experiencias como las de Einstein, Heisenberg o Prigogine. De la naturaleza de las cosas (en latín, Dē rērum natūra) es un poema didáctico, dentro del género de los periphyseos cultivado por los filósofos atomistas griegos, escrito en el siglo I a. C. por Tito Lucrecio Caro; dividido en seis libros, proclama la realidad del hombre en un universo sin dioses e intenta liberarlo de su temor a la muerte. Expone la física atomista de Demócrito y la filosofía moral de Epicuro. Constituye posiblemente la mayor obra de la poesía de Roma y, sin duda, uno de los mayores intentos destinados a la comprensión de la realidad del mundo y de lo humano. A Séneca le interesa más la filosofía como forma de vida que como especulación teórica, y gira toda ella en torno a la figura del «sabio», del «sofós». Para Séneca la sabiduría y la virtud son la meta de la vida moral, lo único inmortal que tienen los mortales. La sabiduría consistirá según la doctrina estoica en seguir a la naturaleza, dejándose guiar por sus leyes y ejemplos. Y la naturaleza está regida por la razón. Por tanto, obedecer a la naturaleza es obedecer a la razón, y poder de este modo ser feliz. La felicidad de que es capaz el hombre consiste en adaptarse a la naturaleza, y para ello mantener un temple anímico equilibrado que nos deje a salvo de las veleidades de la fortuna y de los impulsos del deseo que oscurecen la libertad. La libertad consiste en la tranquilidad del espíritu, en la imperturbabilidad del ánimo que hace frente al destino, la ataraxia. El alma, del hombre es lo que el hombre tiene de racional y divino, y la que ayudada por la filosofía, nos hará resistir a la fortuna y al azar. Séneca condena la esclavitud y proclama la igualdad de los hombres; pide que se perdone al enemigo y que se haga el bien a todos; exige el dominio de sí mismo y condena los combates de gladiadores. Tal parecido con la moral cristiana ha llevado a algunos a hablar de una correspondencia epistolar de 14 cartas entre el filósofo y el Apóstol, pero evidentemente son apócrifas. Al mando de dos legiones, Julio César luchaba en la Ulterior por liberar a la región de Varrón, el legado pompeyano que sangraba a impuestos a los provinciales, intensificando sus acciones contra aquellos que suponía enemigos de Pompeyo. Sin embargo, bastaron la fama y popularidad del general para sofocar las revueltas. Su gran talento estratégico y dotes de mando, le hacían ganarse la confianza de sus hombres a la vez que elevaba su moral. …Yo pude ver la admiración en sus ojos y el respeto cuando se dirigían a él. Presencié cómo velaba por los suyos. Jamás le vi disfrutar de más privilegios que sus soldados… Mientras marchaba hacia la ciudad que había cerrado las puertas a las fuerzas pompeyanas, hizo público un edicto en el que convocaba a los principales de las ciudades para ponerse a su disposición. La reacción de sus partidarios, abundantes entre la población cordobesa, no se hizo esperar y la mayor parte de las ciudades enviaron una representación de su senado. Ante estos hechos y viéndose en clara minoría, Varrón no tuvo más remedio que rendirse, lo que hizo en Córdoba dando detallada cuenta de sus bienes, arrebatados en mayor parte a la población. En la Ulterior, la lucha entre César y Pompeyo parecía tocar a su fin. Después de pasar unos días en Córdoba y agradecer públicamente el apoyo recibido, el espíritu conquistador del general le llevó a embarcar rumbo al sur de la Galia en donde habría de ser nombrado dictator, no sin antes dejar como propretor a Q. Casio Longino. Ahora la voluntad de César regía los destinos de la región. Aurelia (madre de Julio César) Aurelia (m. 54 a. C.) fue una dama romana del siglo I a. C. perteneciente a la gens Aurelia. Fue admirada en la Antigüedad por la esmerada educación que impartió a su hijo Julio César. Aurelia fue muy admirada en la Antigüedad por su inteligencia, virtud y el papel de madre.13 Se ocupó de la educación de su hijo y ejerció una gran influencia en su vida.14 Tácito la recuerda entre las grandes matronas romanas junto a Cornelia, la madre de los Gracos, y Acia, la madre de Augusto.15 Parece haber tenido un carácter fuerte 16 y haber afrontado situaciones difíciles con calma
MARCO AURELIO
Meditaciones
LIBRO I
1. Aprendí de mi abuelo Vero: el buen carácter y la serenidad.
2. De la reputación y memoria legadas por mi progenitor: el carácter discreto y viril.
3. De mi madre: el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no sólo de obrar mal,
sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más todavía, la frugalidad en el régimen
de vida y el alejamiento del modo de vivir propio de los ricos.
4. De mi bisabuelo: el no haber frecuentado las escuelas públicas y haberme servido de
buenos maestros en casa, y el haber comprendido que, para tales fines, es preciso gastar con
largueza.
5. De mi preceptor: el no haber sido de la facción de los Verdes ni de los Azules, ni partidario
de los parinularios ni de los escutarios; el soportar las fatigas y tener pocas necesidades; el
trabajo con esfuerzo personal y la abstención de excesivas tareas, y la desfavorable acogida a
la calumnia.
6. De Diogneto: el evitar inútiles ocupaciones; y la desconfianza en lo que cuentan los que
hacen prodigios y hechiceros acerca de encantamientos y conjuración de espíritus, y de otras
prácticas semejantes; y el no dedicarme a la cría de codornices ni sentir pasión por esas cosas;
el soportar la conversación franca y familiarizarme con la filosofía; y el haber escuchado
primero a Baquio, luego a Tandasis y Marciano; haber escrito diálogos en la niñez; y haber
deseado el catre cubierto de piel de animal, y todas las demás prácticas vinculadas a la
formación helénica.
7. De Rústico: el haber concebido la idea de la necesidad de enderezar y cuidar mi carácter; el
no haberme desviado a la emulación sofística, ni escribir tratados teóricos ni recitar
discursillos de exhortación ni hacerme pasar por persona ascética o filántropo con vistosos
alardes; y el haberme apartado de la retórica, de la poética y del refinamiento cortesano. Y el
no pasear con la toga por casa ni hacer otras cosas semejantes. También el escribir las cartas
de modo sencillo, como aquélla que escribió él mismo desde Sinuesa a mi madre; el estar
dispuesto a aceptar con indulgencia la llamada y la reconciliación con los que nos han
ofendido y molestado, tan pronto como quieran retractarse; la lectura con precisión, sin
contentarme con unas consideraciones globales, y el no dar mi asentimiento con prontitud a
los charlatanes; el haber tomado contacto con los Recuerdos de Epicteto, de los que me
entregó una copia suya.
8. De Apolonio: la libertad de criterio y la decisión firme sin vacilaciones ni recursos
fortuitos; no dirigir la mirada a ninguna otra cosa más que a la razón, ni siquiera por poco
tiempo; el ser siempre inalterable, en los agudos dolores, en la pérdida de un hijo, en las
enfermedades prolongadas; el haber visto claramente en un modelo vivo que la misma
persona puede ser muy rigurosa y al mismo tiempo desenfadada;
1. Al despuntar la aurora, hazte estas consideraciones previas: me encontraré con un
indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un envidioso, un insociable. Todo eso les
acontece por ignorancia de los bienes y de los males. Pero yo, que he observado que la
naturaleza del bien es lo bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del
pecador mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre o de la misma
semilla, sino de la inteligencia y de una porción de la divinidad, no puedo recibir daño de
ninguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de vergüenza; ni puedo enfadarme con mi pariente
ni odiarle. Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados,
las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los
otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el hecho de manifestar
indignación y repulsa.
2. Esto es todo lo que soy: un poco de carne, un breve hálito vital, y el guía interior. ¡Deja los
libros! No te dejes distraer más; no te está permitido. Sino que, en la idea de que eres ya un
moribundo, desprecia la carne: sangre y polvo, huesecillos, fino tejido de nervios, de
diminutas venas y arterias. Mira también en qué consiste el hálito vital: viento, y no siempre
el mismo, pues en todo momento se vomita y de nuevo se succiona. En tercer lugar, pues, te
queda el guía interior. Reflexiona así: eres viejo; no consientas por más tiempo que éste sea
esclavo, ni que siga aún zarandeado como marioneta por instintos egoístas, ni que se enoje
todavía con el destino presente o recele del futuro.
3. Las obras de los dioses están llenas de providencia, las de la Fortuna no están separadas de
la naturaleza o de la trama y entrelazamiento de las cosas gobernadas por la Providencia. De
allí fluye todo. Se añade lo necesario y lo conveniente para el conjunto del universo, del que
formas parte. Para cualquier parte de naturaleza es bueno aquello que colabora con la
naturaleza del conjunto y lo que es capaz de preservarla. Y conservan el mundo tanto las
transformaciones de los elementos simples como las de los compuestos. Sean suficientes para
ti estas reflexiones, si son principios básicos. Aparta tu sed de libros, para no morir gruñendo,
sino verdaderamente resignado y agradecido de corazón a los dioses.
4. Recuerda cuánto tiempo hace que difieres eso y cuántas veces has recibido avisos previos
de los dioses sin aprovecharlos. Preciso es que a partir de este momento te des cuenta de qué
mundo eres parte y de qué gobernante del mundo procedes como emanación, y comprenderás
que tu vida está circunscrita a un período de tiempo limitado. Caso de que no aproveches esta
oportunidad para serenarte, pasará, y tú también pasarás, y ya no habrá otra.
5. A todas horas, preocúpate resueltamente, como romano y varón, de hacer lo que tienes
entre manos con puntual y no fingida gravedad, con amor, libertad y justicia, y procúrate
tiempo libre para liberarte de todas las demás distracciones. Y conseguirás tu propósito, si
ejecutas cada acción como si se tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión,
de toda aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda hipocresía,
egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino. Estás viendo cómo son pocos los
principios que hay que dominar para vivir una vida de curso favorable y de respeto a los
dioses. Porque los dioses nada más reclamarán a quien observa estos preceptos.
24. «Abarca pocas actividades, dice, si quieres mantener el buen humor.» ¿No sería mejor
hacer lo necesario y todo cuanto prescribe, y de la manera que lo prescribe, la razón del ser
sociable por naturaleza? Porque este procedimiento no sólo procura buena disposición de
ánimo para obrar bien, sino también el optimismo que proviene de estar poco ocupado. Pues
la mayor parte de las cosas que decimos y hacemos, al no ser necesarias, si se las suprimiese
reportarían bastante más ocio y tranquilidad. En consecuencia, es preciso recapacitar
personalmente en cada cosa: ¿No estará esto entre lo que no es necesario? Y no sólo es
preciso eliminar las actividades innecesarias, sino incluso las imaginaciones. De esta manera,
dejarán de acompañarlas actividades superfluas
De las múltiples descripciones que se han hecho del poema, pocas son tan luminosas como la realizada por el filósofo y físico Michel Serres. En su libro El nacimiento de la física en el texto de Lucrecio, Serres sostiene que el poema de Lucrecio no es un texto de metafísica, ni de filosofía moral, sino exactamente una física. Es más, no se trata simplemente que el poema sea una física matemática y experimental como la nuestra - con modelos, experiencias y aplicaciones-, se trata de que es exactamente nuestra física, no tanto la que se inaugura con Galileo y culmina con Newton, sino más bien la que estamos comenzando a hacer hoy mismo, a partir de experiencias como las de Einstein, Heisenberg o Prigogine.
De la naturaleza de las cosas (en latín, Dē rērum natūra) es un poema didáctico, dentro del género de los periphyseos cultivado por los filósofos atomistas griegos, escrito en el siglo I a. C. por Tito Lucrecio Caro; dividido en seis libros, proclama la realidad del hombre en un universo sin dioses e intenta liberarlo de su temor a la muerte. Expone la física atomista de Demócrito y la filosofía moral de Epicuro. Constituye posiblemente la mayor obra de la poesía de Roma y, sin duda, uno de los mayores intentos destinados a la comprensión de la realidad del mundo y de lo humano.
A Séneca le interesa más la filosofía como forma de vida que como especulación teórica, y gira toda ella en torno a la figura del «sabio», del «sofós». Para Séneca la sabiduría y la virtud son la meta de la vida moral, lo único inmortal que tienen los mortales. La sabiduría consistirá según la doctrina estoica en seguir a la naturaleza, dejándose guiar por sus leyes y ejemplos. Y la naturaleza está regida por la razón. Por tanto, obedecer a la naturaleza es obedecer a la razón, y poder de este modo ser feliz. La felicidad de que es capaz el hombre consiste en adaptarse a la naturaleza, y para ello mantener un temple anímico equilibrado que nos deje a salvo de las veleidades de la fortuna y de los impulsos del deseo que oscurecen la libertad. La libertad consiste en la tranquilidad del espíritu, en la imperturbabilidad del ánimo que hace frente al destino, la ataraxia.
El alma, del hombre es lo que el hombre tiene de racional y divino, y la que ayudada por la filosofía, nos hará resistir a la fortuna y al azar.
Séneca condena la esclavitud y proclama la igualdad de los hombres; pide que se perdone al enemigo y que se haga el bien a todos; exige el dominio de sí mismo y condena los combates de gladiadores. Tal parecido con la moral cristiana ha llevado a algunos a hablar de una correspondencia epistolar de 14 cartas entre el filósofo y el Apóstol, pero evidentemente son apócrifas.
Al mando de dos legiones, Julio César luchaba en la Ulterior por liberar a la región de Varrón, el legado pompeyano que sangraba a impuestos a los provinciales, intensificando sus acciones contra aquellos que suponía enemigos de Pompeyo. Sin embargo, bastaron la fama y popularidad del general para sofocar las revueltas. Su gran talento estratégico y dotes de mando, le hacían ganarse la confianza de sus hombres a la vez que elevaba su moral.
…Yo pude ver la admiración en sus ojos y el respeto cuando se dirigían a él. Presencié cómo velaba por los suyos. Jamás le vi disfrutar de más privilegios que sus soldados…
Mientras marchaba hacia la ciudad que había cerrado las puertas a las fuerzas pompeyanas, hizo público un edicto en el que convocaba a los principales de las ciudades para ponerse a su disposición. La reacción de sus partidarios, abundantes entre la población cordobesa, no se hizo esperar y la mayor parte de las ciudades enviaron una representación de su senado. Ante estos hechos y viéndose en clara minoría, Varrón no tuvo más remedio que rendirse, lo que hizo en Córdoba dando detallada cuenta de sus bienes, arrebatados en mayor parte a la población. En la Ulterior, la lucha entre César y Pompeyo parecía tocar a su fin. Después de pasar unos días en Córdoba y agradecer públicamente el apoyo recibido, el espíritu conquistador del general le llevó a embarcar rumbo al sur de la Galia en donde habría de ser nombrado dictator, no sin antes dejar como propretor a Q. Casio Longino. Ahora la voluntad de César regía los destinos de la región.
Aurelia (madre de Julio César)
Aurelia (m. 54 a. C.) fue una dama romana del siglo I a. C. perteneciente a la gens Aurelia. Fue admirada en la Antigüedad por la esmerada educación que impartió a su hijo Julio César.
Aurelia fue muy admirada en la Antigüedad por su inteligencia, virtud y el papel de madre.13 Se ocupó de la educación de su hijo y ejerció una gran influencia en su vida.14 Tácito la recuerda entre las grandes matronas romanas junto a Cornelia, la madre de los Gracos, y Acia, la madre de Augusto.15 Parece haber tenido un carácter fuerte 16 y haber afrontado situaciones difíciles con calma