"De tal manera amo Dios al mundo"

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  • Опубликовано: 27 окт 2024
  • Sepelio de los restos mortales de nuestro Hermano Fausto Barroso (20-22 de enero de 2024). Los Flores de Catia. Caracas, Venezuela.-
    "En tristeza y tempestades una luz se ve;
    es de Cristo la promesa: «Pronto volveré».
    En la luz, la paz, la gloria del celeste hogar
    Él me espera y apareja para mí lugar.
    Largo tiempo me ha guiado
    en el mundo aquí,
    mas ya veo la morada lista para mí.
    Y Él en medio de la gloria no se olvidará
    de mi nombre, pues grabado
    en su mano está.
    Ni la música del cielo es tan dulce son
    como las pisadas mías a su corazón.
    Ni la gloria de los cielos se completará
    mientras que su amada esposa
    aún ausente está.
    ¿Quién es éste que a encontrarme
    viene en grande amor,
    cual estrella de mañana, de la luz albor?
    Es Aquel que en cruz cruenta
    padeció una vez;
    aun en gloria le conozco,
    pues el mismo es.
    ¡Cuán bendito es el encuentro,
    el desierto atrás,
    y el estar en su presencia sin salir jamás!
    Él, en toda su hermosura,
    yo, por su favor,
    compartiendo de su Padre
    plenitud de amor.
    Do el pecado no penetra, con él estaré;
    y en la santidad perfecta con él andaré,
    hecha compañera idónea para el Salvador,
    y por siempre mostrarase
    su inmenso amor.
    Él, que tuvo la tristeza de la cruz atroz,
    yo, que en el desierto oscuro
    fui de Cristo en pos:
    el placer común tendremos
    en la gloria allí;
    yo al estar en su presencia,
    y Él al verme a mí".
    "Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana.
    (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.)
    Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.
    Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
    Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.
    Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
    Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez.
    Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
    Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
    pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.
    Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.
    Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará.
    Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto;
    y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él.
    Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él.
    Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.
    Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
    Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
    Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
    María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
    Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró.
    Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
    Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
    38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
    Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
    Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
    Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.
    Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
    Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
    Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.

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