Lord Byron · Oscuridad ( Breves Poemas Contra Todas Nuestras Guerras )

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  • Опубликовано: 18 окт 2024
  • OSCURIDAD
    Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
    El brillante sol se apagaba, y los astros
    Vagaban apagándose por el espacio eterno,
    Sin rayos, sin rutas, y la helada tierra
    Oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
    La mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo consigo el día,
    Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror
    De esta desolación; y todos los corazones
    Se congelaron en una plegaria egoísta por luz;
    Y vivieron junto a hogueras - y los tronos,
    Los palacios de los reyes coronados - las chozas,
    Las viviendas de todas las cosas que habitaban,
    Fueron quemadas en los fogones; las ciudades se consumieron,
    Y los hombres se reunieron en torno a sus ardientes casas
    Para verse de nuevo las caras unos a otros;
    Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo
    De los volcanes, y su antorcha montañosa:
    Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
    Se encendió fuego a los bosques - pero hora tras hora
    Fueron cayendo y apagándose - y los crujientes troncos
    Se extinguieron con un estrépito - y todo estuvo negro.
    Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza
    Tenían un aspecto no terreno, cuando de pronto
    Los haces caían sobre ellos; algunos se tendían
    Y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban
    Sus barbillas en sus manos apretadas, y sonreían;
    Y otros iban rápido de aquí para allá, y alimentaban
    Sus pilas funerarias con combustible, y miraban hacia arriba
    Con loca inquietud al sordo cielo,
    El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez
    Con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
    Y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban,
    Y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo,
    Y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes
    Venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron
    Y se enroscaron entre la multitud,
    Sisando, pero sin picar - y fueron muertas para ser alimento:
    Y la Guerra, que por un momento se había ido,
    Se sació otra vez; - una comida se compraba
    Con sangre, y cada uno se sentó resentido y solo
    Atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor;
    Toda la tierra era un solo pensamiento - y ese era la muerte,
    Inmediata y sin gloria; y el dolor agudo
    Del hambre se instaló en todas las entrañas - hombres
    Morían, y sus huesos no tenían tumba, y tampoco su carne;
    El magro por el magro fue devorado,
    Y aun los perros asaltaron a sus amos, todos salvo uno,
    Y aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo
    A raya a las aves y las bestias y los débiles hombres,
    Hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían
    Tentaron sus delgadas quijadas; él no se buscó comida,
    Sino que con un gemido piadoso y perpetuo
    Y un corto grito desolado, lamiendo la mano
    Que no respondió con una caricia - murió.
    De a poco la multitud fue muriendo de hambre; pero dos
    De una ciudad enorme sobrevivieron,
    Y eran enemigos; se encontraron junto
    A las agonizantes brasas de un altar
    Donde se había apilado una masa de cosas santas
    Para un fin impío; hurgaron,
    Y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
    En las débiles cenizas, y sus débiles alientos
    Soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama
    Que era una burla; entonces levantaron
    Sus ojos al verla palidecer, y observaron
    El aspecto del otro - miraron, y gritaron, y murieron -
    De su propio espanto mutuo murieron,
    Sin saber quién era aquel sobre cuya frente
    La hambruna había escrito Enemigo. El mundo estaba vacío,
    Lo populoso y lo poderoso - era una masa,
    Sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida -
    Una masa de muerte - un caos de dura arcilla.
    Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos,
    Y nada se movía en sus silenciosos abismos;
    Los barcos sin marinos yacían pudriéndose en el mar,
    Y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían
    Dormían en el abismo sin un vaivén -
    Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas,
    Antes ya había expirado su señora la luna;
    Los vientos se marchitaron en el aire estancado,
    Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba
    De su ayuda - Ella era el universo.
    Poema de : Lord Byron
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    Poesía Recitada por : Tomás Galindo
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    Imagen : Fragmento de la Pintura de Virgilio Guidi " Baroness 1957 "
    Música de : Luzin Gorospe
    ℗ Luzin Gorospe / Música de Desván
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