AMANECERES Y ATARDECERES - PLAYAS DE HUELVA
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- Опубликовано: 8 фев 2025
- La costa de la provincia de Huelva va desde la desembocadura del río Guadiana, entre la frontera de España y Portugal, a la desembocadura del río Guadalquivir, que separa la provincia de Huelva de la de Cádiz.
En esta zona se extienden una serie, prácticamente una línea continua, de amplias playas de arenas doradas donde se unen y combinan las aguas del océano Atlántico, las dunas y los pinares, encontrando tanto áreas totalmente equipadas como lugares salvajes y solitarios, lugares ideales para los amantes de la naturaleza y de los que demandan relax y descanso.
Huelva presume de tener 120 kilómetros, aproximadamente, de playas de amplísimos arenales donde las regresiones marinas hacen que éstas crezcan y decrezcan continuamente. En general, la costa es llana, sobre todo el largo tramo que va desde Ayamonte hasta Punta Umbría, con larguísimas playas, dunas y pinares, y barreras arenosas formadas por las desembocaduras de pequeños ríos y el empuje del océano Atlántico.
La costa de Huelva forma parte de la Costa de la Luz, y es por algo. En Huelva, aparte del gran número de horas de sol al año, la luz se refleja de manera diferente, debido a la latitud y longitud en la que se encuentra, y eso se puede comprobar en sus impresionantes amaneceres y atardeceres. Aquí, el sol, el sol de confianza, el de costumbre, el que nos custodia día a día, se engalana para que todo sea distinto. Es cierto que simplemente amanece, que simplemente atardece, pero hemos querido hacer una exclusiva del astro rey en estos dos momentos mágicos del día, capaz de cambiar la luz y el colorido de tan brillante rincón andaluz.
En las imágenes que os vamos a ofrecer hemos elegido a nivel simbólico varios lugares de la extensísima costa de Huelva, que bien lo podemos extrapolar a su totalidad.
Los días y luego las noches, y de nuevo los días…Un cielo rojo por la mañana puede ser una advertencia, un preludio…Un cielo rojo por las noches es una delicia…La luz del amanecer suele ser delgada; la del atardecer, infinita. Como el paso de la vida, lo que al inicio es precioso, al final llega a ser plenamente hermoso.
En los amaneceres y atardeceres el sol se encuentra en el punto más bajo del horizonte. En los atardeceres, cuando la luz llega a la atmósfera se dispersa, comportándose como si fuera un prisma, separando la luz solar que llega a nuestros ojos, tanto más cuanto mayor es el recorrido que debe seguir el rayo de luz en la propia atmósfera. Esta dispersión afecta más a la parte azul, quedando, generalmente, más partes rojas y amarillas del espectro, que son las que podemos observar.
Los amaneceres y atardeceres en las playas de Huelva son espectáculos únicos, son momentos mágicos y espirituales donde podemos percibir la belleza cromática, así como sentir la brisa marina y el aroma a sal, mientras oímos el sonido de las olas y las aves marinas.
En los amaneceres, el fondo anaranjado del cielo es el preludio del despertar de un nuevo día. Los ocres pasan a dominar hasta que aparece la amarilla bola de fuego del astro rey. Ya todo está iluminado. El Utu mesopotámico, el Tonatiuh azteca, el Ra egipcio, el Helios griego…comienza su recorrido, más corto en esta etapa invernal en la que nos encontramos, por el visible espacio de cielo, hasta que va alcanzando el horizonte por el punto oeste, el de poniente.
Comienza el gran espectáculo del atardecer. Llegamos al culmen, el éxtasis de un largo día; el sol quiere participar en la gran metáfora que supone la explosión de la paleta de colores. La gran bola amarilla va buscando su morada y quiere desaparecer de nuestro plano visual finito. De amarillos va pasando a tonos anaranjados y rojos porque su luz llega demasiado cansada de luchar contra el espacio y el tiempo. Se produce el abrazo del día con la noche. Por nuestro horizonte el sol dice adiós, mientras, al mismo tiempo, está creando nuevos amaneceres en otros lugares del planeta Tierra.
No cabe duda que estamos en unos preciosos instantes donde, además de la belleza natural de los amaneceres y atardeceres, la ligera brisa atlántica y el rumor de las serenas olas aportan sensaciones de dioses a este lienzo poético de la Costa de la Luz onubense.
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