A través del crepúsculo de unos versos extraños I

A través del crepúsculo de unos versos extraños
he de llegar y, juro, que te haré mucho daño.
Yo maldigo estos versos, con mis labios rasgados,
y me sangran los labios… y bebo cuanto sangro.
Toda mi piel fue herida por el horror pasado,
reposa inveterado quien de mí es homicida,
lo alimentó mi vida y lo hidrató mi llanto
y se ha hidratado tanto que llorar no podría.
Respiro el aliento de la noche y todo me es oscuridad,
cuando digo oscuridad no hablo de la noche.
La vida me abofetea y respirar no tiene sentido.
La profundidad de mi tristeza es como una mazmorra
desconocida: no puede verse su lugar recóndito.
A veces quiero andar furtivo, imperceptible…
Ya no tengo deseos de sentirme feliz.
Le robo energía a mi fastidio, oh, mi Némesis.
La eternidad es un parpadeo de los ojos del tiempo.
Nada tiene sentido y la parquedad no es virtud en el mudo.
Pero la cuna es destino. Y, en la simpleza de la vida,
hay cosas más claras que en las intrincadas filosofías.
Por ello me rehúso a deponer las armas
y todavía siento que mi destino es breve.
A cada paso evoco la belleza más perfecta
y, a veces, suspiro. Yo la recuerdo siempre.