Recuerdo que la parroquia le encargó a mi padre, D. José María Iribarren, que era el arquitecto municipal, el diseño de los uniformes "de romanos" para los alabarderos. Vi los dibujos en casa. Se documentó lo mejor que pudo en esa época. Luego, se encargaron a un broncista de Zaragoza. Hay una anécdota sobre eso. Creo que el párroco era, si no me equivoco, Don Manuel Elgorriaga. Cuando se probaron los nuevos uniformes, debían de llevar, como lo llevaban los romanos, esos calzones cortos, justo hasta debajo de la rodilla, (llamados "bracae") y las pantorrillas al aire, con sus sandalias ("caligae") que era el típico calzado de las legiones romanas. El párroco puso el grito en el cielo. ¡Nada de pantorrilas al aire en la iglesia!. Mi padre le insistió que así era lo auténtico, pero, nada, no hubo manera. Así que les obligó a ponerse una especie de ridículas calzas ROSAS, pero nada de pantorrilas al aire. ¡Ni hablar!. Mi padre nos lo contaba riéndose. Cosas de aquélla época...
Recuerdo que la parroquia le encargó a mi padre, D. José María Iribarren, que era el arquitecto municipal, el diseño de los uniformes "de romanos" para los alabarderos. Vi los dibujos en casa. Se documentó lo mejor que pudo en esa época. Luego, se encargaron a un broncista de Zaragoza. Hay una anécdota sobre eso. Creo que el párroco era, si no me equivoco, Don Manuel Elgorriaga. Cuando se probaron los nuevos uniformes, debían de llevar, como lo llevaban los romanos, esos calzones cortos, justo hasta debajo de la rodilla, (llamados "bracae") y las pantorrillas al aire, con sus sandalias ("caligae") que era el típico calzado de las legiones romanas. El párroco puso el grito en el cielo. ¡Nada de pantorrilas al aire en la iglesia!. Mi padre le insistió que así era lo auténtico, pero, nada, no hubo manera. Así que les obligó a ponerse una especie de ridículas calzas ROSAS, pero nada de pantorrilas al aire. ¡Ni hablar!. Mi padre nos lo contaba riéndose. Cosas de aquélla época...