Palacio Piria

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  • Опубликовано: 18 сен 2024
  • Construido a principios del siglo XX, Su perfecta fachada recuerda a otra época, y a los sueños inconclusos de un ambicioso proyecto que quiso darle mayor atractivo turístico a las costas de Punta Lara.
    A pesar de su marcado deterioro, la estructura del Palacio Piria aún conserva un remoto esplendor. Columnas palaciegas con detallados sobrerrelieves, dos escaleras monumentales en la entrada, arcadas, finos detalles de categoría y paredes, que a pesar de estar descascaradas mantienen un destacado color blanco.
    A principios del siglo pasado, esta imponente construcción, ubicada en Camino Costanero Almirante Brown entre 26 y 40, de Ensenada, albergó los sueños de un emprendedor foráneo que soñó a lo grande, y quiso hacer de las costas de Punta Lara un lugar de descanso similar, y hasta superior, a Piriápolis en Uruguay.
    Sus orígenes se remontan a 1827. En ese momento Luis Castells (cuyas tierras se extendían desde Villa Elisa hasta el Río de La Plata) pasó a ser propietario de la Estancia Punta Lara.
    En 1907 comenzó la construcción del palacio y su finalización ocurrió en 1910. Entre otras cosas, el edificio contaba con playa privada y era frecuentado por importantes personalidades de la época, como el general Julio A. Roca.
    Transcurridas las dos primeras décadas del siglo XX, la monumental edificación fue adquirida por el rematador uruguayo Francisco Piria con el propósito de transformar la zona en un importante balneario.
    Con su llegada, Piria introdujo algunos cambios en el Palacio. Por ejemplo, las habitaciones del primer piso fueron revestidas con madera tallada por artistas uruguayos. También emplazó el “salón de los Espejos”, ubicado en la sala central de la casa decorado con finos espejos biselados. Además, decidió cambiar los herrajes que había por otros de bronce trabajados a mano.
    La estadía palaciega de Piria se extendió hasta los años ‘30. Debido a sus desavenencias con el gobierno provincial de la época, el inversor extranjero decidió abandonar su ambicioso proyecto turístico para las costas bonaerenses de Punta Lara.
    En 1947, el palacio y las 141 hectáreas que lo rodean, pasaron a manos del gobierno provincial por donación de la familia Piria, para uso residencial de los gobernadores. Pero, finalmente, este destino no se concretó.
    Durante algunos años allí funcionó una colonia de vacaciones para niños huérfanos. Fue cedido a la municipalidad de Ensenada, que finalmente perdió sus derechos por no poder hacerse cargo de su recuperación.
    En la actualidad, la mansión está literalmente convertida en un depósito de escombros y se encuentra cerrada con alambre de púa por peligro de derrumbe.

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