Siempre me sentí contracorriente.
Esa manera de ver el mundo que me despega un poco del sentir común, que se escapa de las modas, que me distancia de la comodidad, que ama el esfuerzo y que se refugia en una reflexión constante, en un rumiar silencioso.
Ese creer que para ir hacia adelante, es necesario ir para atrás, buscar el origen, llegar al nido y volver a caminar.
Ese creer que para ir hacia afuera, primero hay que ir hacia adentro.
Ese creer que cuando el mundo se acelera, es necesario alentarse.
Que cuando todo se complica, es necesario hacer síntesis y volver a lo esencial.
Rescatar lo sensible: lo que despierta un aroma, acariciar una pieza de madera, pronunciar dulcemente una palabra...